Cancel de Lucus Asturum. Museo arqueológico de Asturias
Cancel de Lucus Asturum. Museo arqueológico de Asturias

Introducción

El concepto de Tardoantigüedad aparece en la historiografía para caracterizar un periodo que comienza en el ocaso del mundo imperial romano y los primeros siglos de la época medieval. Es un momento de la Historia que ha sido abordado por medievalistas, como fase que caracteriza los antecedentes que llevan al origen de lo que llamamos Edad Media, y también por los historiadores que se ocupan del mundo Antiguo, ya que la Tardoantigüedad constituye el epílogo a este proceso.

En territorio asturiano es uno de los momentos históricos de los que menos información tenemos. Si el registro arqueológico es parco para gran parte de los momentos históricos antes de la Edad Media debido a la marginalidad de nuestro territorio, en el caso de la Tardoantigüedad es más acuciante, a causa de las mismas razones.

A diferencia de otras zonas de la Península, en el territorio asturiano no hay grandes ciudades de época romana que nos aporten información sobre esa transformación bajoimperial y cómo se articula el territorio hasta el establecimiento en el poder de las primeras monarquías medievales. La red viaria tampoco es conocida en profundidad, y de lo que tenemos constancia es de un mundo rural, controlado por unas élites locales que toman el control del territorio tras el declive del poder imperial.

La relación de estas élites con los poderes supralocales, como el visigodo y el suevo (Candelas-Colodrón, 2001), tampoco parecen haber sido de integración según el registro arqueológico del que disponemos, y el territorio se hunde en una oscuridad de fuentes y vestigios arqueológicos que van incrementándose con cuentagotas en los últimos años.

Mi trabajo se va a centrar en el análisis de algunos aspectos concretos que podemos estudiar en cada momento histórico y ver qué fuentes y pruebas arqueológicas tenemos para caracterizarlos, construyendo un relato histórico de este periodo.

El territorio de Asturias en época bajoimperial

Durante los dos siglos que comprenden el periodo entre las diversas crisis del siglo III d.C. y el final del Imperio, en el territorio de la actual Asturias encontramos una zona marginal  cuya evolución ha seguido distintos patrones a lo largo del periodo anterior. Los cambios que se producirán, a su vez, van a afectar de distinta manera a una parte y otra de la Asturia transmontana, y eso se debe esencialmente a la especialización económica que habían experimentado..

El territorio occidental, desde aproximadamente el Nalón hasta el Navia, había visto una actividad minera intensiva que conlleva una mayor presencia tanto de tropas como de personal especializado que las acompañan. Esta presencia se concreta no sólo en la huella de las explotaciones mineras en el paisaje, sino en una serie de infraestructuras asociadas a la misma, como el trazado de algunas de las pocas vías de comunicación que llegan a nosotros en las fuentes, como la que llevaba de Lucus Asturum en el centro de Asturias hasta Lucus Augusti (Lugo), así como la de Legio a Flavionavia, en la desembocadura del Nalón, etc.

Desconocemos este tipo de explotaciones en el área oriental del territorio, donde a cambio encontramos una serie de villas romanas entre la parte central de Asturias y el Sella, que fueron fundadas en el Alto Imperio y que continúan su actividad e incluso la incrementan durante los siglos bajoimperiales.

El territorio de la Asturia transmontana en la Tardoantigüedad
Lucus asturum. 2021

A mayor escala, el elemento organizativo territorial más importante es que el Conventus asturum se encontraba englobado, en este periodo, dentro de la provincia de Gallaecia, que tras las reformas de Diocleciano incorpora los territorios galaicos y astures del noroeste a una sóla provincia que mantendrá su unidad hasta el final del Imperio. Las viejas capitales conventuales se convierten en las caput civitas de estos territorios aunque hay una capital que es Bracara. Además, la extensión de la provincia va a sufrir diversas transformaciones a lo largo de los siglos.

El siglo IV en general, aparece como un periodo de recuperación tras las transformaciones que marcan el paso del Alto al Bajo Imperio. Gallaecia se convierte en una provincia que abastece, sobre todo, al limes oriental. En ella se percibe una red viaria que se mantiene  por parte del Estado, aunque cada vez más debilitado, por lo que en las zonas más alejados de los núcleos urbanos, entre el que se encuentra Asturias, unas élites locales comienzan a adquirir una relevancia que no han tenido hasta ahora, y que podemos englobar dentro del proceso general de ruralización del Imperio. Es la “edad de oro” de las villas.

En el occidente de Asturias, el agotamiento de los recursos mineros y abandono posterior de las actividades extractivas por parte del Estado en torno al siglo IV,  debió suponer una transformación paulatina, pero radical, no sólo de los medios de subsistencia sino del poblamiento e infraestructuras de la zona (Mier, 2006). El resultado será el mismo en toda la Asturia Transmontana, aunque en la parte oriental, y sobre todo central, el papel lo representan los propietarios de las florecientes explotaciones rurales que jalonan las grandes vías de comunicación y que son el motor económico del territorio.  

En los asentamientos bajoimperiales del occidente de Asturias observamos un progresivo abandono de algunos castros, probablemente ligados a las tareas extractivas, por otros que están situados en mejores condiciones para una subsistencia basada en la agricultura y la ganadería. No hay constancia por el momento de villas romanas de envergadura en la zona, al menos en la más occidental, aunque las escasas fuentes nos hablan de un territorio en el que hay algunos puntos de poblamiento importante, al menos como para aparecer en los itinerarios antiguos, como Labernis, etc.

Al final del periodo vemos una cierta reocupación de algunos castros. La arqueología nos proporciona algunos restos de cerámica de tipo tardío como TSH que se consideran indicadores de un mantenimiento de población en algunos castros como Mohías, Coaña, Chao Samartín o San Chuis, del que desconocemos casi todo. Por ejemplo, no sabemos las transformaciones que han experimentado esos castros, aunque todo apunta a un mantenimiento y paulatino declive de estructuras defensivas y constructivas y a un poblamiento residual en ellos, probablemente puntual en caso de necesidad o revueltas sociales, en favor de otro tipo de asentamientos de los que no tenemos constancia arqueológica. 

En el centro y oriente de Asturias la evolución es diferente. La gran llanura central de Asturias así como los territorios vinculados a los nudos de comunicaciones como Lucus Asturum, dan lugar a una economía de tipo agrario que facilita la implantación y desarrollo de villae. Es la parte del territorio que mayor densidad de este tipo de explotaciones nos muestra, aunque bien es cierto que seguramente el registro de villas debe ser mayor que lo que conocemos hasta el momento.

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Estas villas se sitúan cerca, pero no inmediatas a las grandes vías de comunicación y durante el alto Imperio florecen con un Estado que compra la producción para abastecer a las tropas en el limes oriental. Con las transformaciones que desembocan en los últimos siglos del poder de Roma, las villas experimentan a su vez otros cambios, en los que podemos percibir el ascenso de unas élites que residen en ellas, y que articulan el poder del territorio desde estos enclaves rurales. Ante un Estado débil sólo ellas son capaces de mantener la seguridad y las infraestructuras necesarias para su desarrollo. 

Por otra parte, el registro arqueológico de las clases menos favorecidas es prácticamente inexistente. Se especula con el surgimiento de vicus, o pequeños enclaves rurales que aún no podemos llamar aldeas, además de la pervivencia de  castros que aglutinan a la población menos favorecida. También otros hábitats dispersos, como granjas, etc… de difícil localización arqueológica por el momento. Incluso se habitan cuevas.

La economía es plenamente rural y ganadera, y en las zonas de montaña observamos una pervivencia del hábitat castreño que se adapta mejor a una economía ganadera de carácter estacional y trashumante hacia los pastos de montaña que tiene una larga pervivencia en el territorio.

En general, hacia el final del Imperio vemos como se reocupan, al menos parcialmente, algunos castros, y esto se ha visto tanto como un proceso de concentración de poder de las nuevas élites rurales como con una ocupación puntual en casos de inseguridad. Lo cierto es que un par de siglos más tarde veremos cómo se produce el mismo proceso abandonando las villas y ocupando lugares en altura que van a ser el germen de los primeros castillos asturianos.

El territorio de la Asturia transmontana en la Tardoantigüedad
Os Castros, Degaña. Foto Google Earth

Debemos pensar también en otros tipos de asentamientos más allá de la villa y del castro. Se trata de los vici, castella, etc… además de otro tipo de infraestructuras (Mier, 2009) como turris defensivas, o las mansio, mutatio, etc… que nos llegan a través de los itinerarios.

En definitiva se trata de un patrón de ocupación del territorio donde las vías de comunicación juegan un papel crucial y que está poco estudiado y donde la explotación, eminentemente rural, del territorio condiciona también el modelo de hábitat del mismo.

En cuanto a la economía, el comercio se articula a través de algunos enclaves costeros, como Gijón (Ochoa, 2013), en el que la supuesta ciudad o villa a mare, proporciona un registro arqueológico que la relaciona con un comercio mediterráneo de larga distancia. En otros puertos, como los del Esteiro en Tapia de Casariego, ya en territorio galaico, o en el Castillo de San Martín, en el Nalón, aparecen materiales que tienen un origen en Burdigala / Burdeos, más abundantes a medida que nos desplazamos al oriente cantábrico, lo que nos habla de un mantenimiento de las rutas comerciales de ese momento hasta el final del Imperio. Por otro lado hay mercancías mediterráneas que llegan por la vía marítima del atlántico, creada en época altoimperial y que parece seguir en funcionamiento hasta el siglo V d.C. por lo menos. Burdigala vuelve a ser, de nuevo, un paso clave en este periodo, desde donde parten las mercancías al conflictivo limes oriental.

Por tierra, Lucus, la propia Gijón que ya es un asentamiento amurallado desde el siglo III d.C,  o castros como el Chao Samartín, mantienen un comercio que aprovecha las viejas vías terrestres que comunican el territorio con la Meseta en la zona central y oriental, y con el conventus lucensis en la zona occidental.

En cuanto a la sociedad, a diferencia de otros periodos, para este momento tenemos información sobre el mundo funerario. Comienzan a aparecer en el registro arqueológico inhumaciones, de tipo plenamente romano, como tumbas de tégula y auténticas necrópolis. Es el caso de la de Paredes, en Siero, o Argandenes, en Piloña. También conocemos el registro funerario en cuevas, que se prolongará hasta época visigoda, de la que tenemos mayor cantidad de registros.

En ellas vemos una sociedad jerarquizada, cuyos individuos relevantes, se entierran siguiendo un patrón plenamente romanizado, acorde con otras áreas del imperio. Precisamente el comercio mencionado antes es otro indicador de la existencia de estas élites. En las tumbas vemos algunos objetos de valor, como cerámicas de terra sigillata hispánica tardía, o algunas joyas como en Argandenes que nos hablan de una cierta distinción social. De nuevo nos falta la huella de los menos favorecidos, de los que no tenemos información funeraria y que probablemente mantienen el viejo rito de incineración y el hábitat en castros y otro tipo de asentamientos.

Por las crónicas, como la de Hidacio, sabemos que el sentir de la sociedad hispano-romana es de cierto abandono por parte del estado. El desmembramiento del poder estatal produce un fraccionamiento que favorecerá distinta respuesta en el periodo siguiente.

Entre Suevos y Vándalos

El final del Imperio llega al territorio asturiano sin aparentes signos de una transformación radical, con una pervivencia de los núcleos que iban teniendo cierto auge. Las villas parecen encarar su etapa final pero aún mantienen actividad, eso sí, adaptada a un nuevo régimen económico en el que el Estado ya no es el cliente principal. Los castros, como dije arriba, se reocupan en algunos casos y esto se debe a la presencia en el territorio de nuevos agentes desestabilizadores, los pueblos germanos. Sobre el terreno vemos la presencia de Alanos y Suevos, aunque juegan muy distinto papel como veremos a continuación.

A comienzos del siglo V llegan a la Península diversos pueblos desplazados. Son los Suevos, Alanos y Vándalos asdingos y silingos. Ocupan las provincias romanas de Hispania, a excepción de la Tarraconense, en donde el poder romano se mantiene en un primer momento. Los siguientes en llegar serán los foederati visigodos como ejército a las órdenes de Roma, encargados de mantener a raya a estos grupos que llegan para colonizar el territorio.

La provincia de Gallaecia, en la que está comprendido el territorio astur como dije antes, estaba ocupada por los Vándalos silingos en su mitad norte (incluyendo todo el territorio asturiano) y por el sur, ocupando la capital, Bracara, los Suevos. En ese momento el límite provincial está en el límite oriental del conventus asturum. Los cauces del Sella y el Esla a grandes rasgos.

El territorio de la Asturia transmontana en la Tardoantigüedad
Fotografía donde se puede ver el foso doble del campamento romano de la Legio X en Asturica Augusta

Lo que se encuentran en el territorio ha sido objeto de un profundo debate entre los investigadores que consideran que existe un limes hispano en el norte de la península donde se habrían acantonado tropas en determinados puntos, como Petavonium, Legio, Amaia, etc… que actuarían con una barrera de contención contra pueblos como Astures, Cántabros y Vascones, a los que además se les supone una escasa o nula romanización.

En el otro lado se sitúan aquellos que consideran que la romanización del norte no sigue el mismo patrón que el de otras zonas al ser los últimos territorios conquistados pero es romanización al fin y al cabo. Para este periodo contamos sólo con las fuentes y con la escasa investigación arqueológica realizada sobre yacimientos de este momento histórico.

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El papel de los Vándalos en Asturias debió ser muy superficial. Ocupan el noroeste, al igual que los suevos, pero son expulsados en un periodo temprano. En el 419 tiene lugar la batalla de los montes Nervasos. Un episodio histórico en el que los suevos, ayudados por el comes hispaniarum Asterio, derrotan a los Vándalos que son empujados a la Bética, quedando los Suevos con el control de Gallaecia desde la que pronto comienzan un intento de expansión, que tiene éxito hacia el sur principalmente.

Desconocemos el carácter de la ocupación de los Vándalos en territorio asturiano, pero no parece haber sido muy intensa ni compuesta por gran cantidad de tropas, probablemente una de las causas de la debilidad de este pueblo. Lo que sí sabemos es que, tras su retirada, el territorio de la Asturia transmontana queda dividido. 

Una de las fuentes que tenemos para conocer su distribución en el territorio es el llamado Parroquial suevo, un documento del siglo VI, por el que sabemos que existe una parroquia llamada “Paesicin”, dependiente del obispado de Astorga, que a su vez quedaba bajo dominio suevo. Su parecido con el etnónimo “Pésicos” (Mier, 2018) parece indiscutible. Confirmaría que el territorio de este pueblo nombrado ya por Plinio en el siglo I d.C. seguiría más o menos vigente tras la caída del Imperio, y que la frontera en el Nalón sería el límite oriental del reino suevo en Asturias. ¿Podemos suponer que los Luggones aún están también en su parte de la Asturia transmontana?, y si lo están ¿permanecen fuera del territorio suevo, bajo dominación goda?, o son independientes. Lo veremos más adelante.

A pesar de todos estos juegos de poder, la arqueología nos dice que algunos elementos perviven. Las villas continúan jugando su papel en la articulación del territorio astur. Las mejor conocidas, como Veranes,(Ochoa, 2004) siguen con su actividad aunque se transforman en centros metalúrgicos más que en los basados en recursos agropecuarios de siglos anteriores.

Además se produce un proceso paulatino de expansión del cristianismo por el territorio astur que tiene a las villas como protagonistas, identificándose en ellas algunos elementos de la nueva religión que se hacen más claros a medida que avanza el tiempo, como veremos en Veranes (Ochoa, 2013), y en otras villas, en las que las construcciones anteriores acaban transformándose en edificios cristianos de planta basilical, además de en necrópolis de época tardoantigua y posteriormente medieval, demostrando una larga pervivencia.

Otro factor de cristianización es la llegada de un contingente de bretones al norte de la Península en el siglo VI. Llegan a constituir un obispado con sede en Santa María de Bretoña, Lugo. Las crónicas nos cuentan que fundan comunidades en parroquias de Gallaecia y Asturia. Probablemente en el centro oriente de la región, donde encontramos topónimos que parecen incidir en este aspecto.

Es un factor interesante ya que el cristianismo temprano en Asturias siempre se suele asociar a movimientos de predicación procedentes del sur, concretamente de los centros religiosos ligados al ejército, como es el caso de la basílica de Marialba de la Ribera, en la provincia de León, donde hay huellas de un cristianismo temprano.

En resumen, parece que el resultado de las invasiones germánicas en Asturias sigue también un patrón diferente si hablamos del sector oriental y del occidental. Allí los suevos controlan el territorio, probablemente facilitado por una mejor red de infraestructuras que en el resto del territorio. En el sector oriental la hipótesis es la de una cierta independencia del poder germano. La explicación, según algunos autores (Menéndez, 2019), puede estar en las propias villas.

Ocupadas por unas élites rurales que al fin y al cabo tienen el control del territorio, son las únicas capaces de defender su posición, probablemente con ejércitos mercenarios, que evitan el acceso al poder de los nuevos invasores. Por otro lado, la lejanía del núcleo del poder suevo, y que, como en el caso de los Vándalos, estamos hablando de un número reducido de individuos que ocupan las ciudades más importantes de la provincia (recordemos que aquí no hay ninguna), evitarían una presencia de tropas suevas importante. Tenemos otros indicios sobre estos mismos acontecimientos como veremos ahora.

Grupos marginales en el centro y oriente de Asturias

Tras la ocupación de la Gallaecia por los suevos, el fraccionamiento del territorio hispano-romano producido al final del Imperio, así como la desigual capacidad de control de los nuevos ocupantes del terreno para mantener su control favorece que algunos pueblos y territorios aparezcan en una especie de tierra de nadie no sometidos ni al control germano ni al desaparecido imperio.

Hay dos fuentes que parecen confirmar este dato. Por un lado la Historia Suevorum de San Isidoro, en la que leemos que en el segundo año del reinado de Miro se emprendió la guerra contra los Ruccones. Una segunda fuente, la de Juan de Biclara, conocida como Biclarense, nos dice que Miro emprendió batalla en el 572, refiriéndose al mismo periodo.

No sabemos el desenlace de esta campaña, pero no debió ser fructífera ya que, en época visigoda encontramos otra referencia, de nuevo en Isidoro, que nos dice que Sisebuto, “sometió” a los astures y “venció” a los Roccones.

¿Quiénes son estos Runcones, o Roccones?. Existen tres teorías que los ubican en territorio vascón, cántabro y astur. Esta última la formula Diego Santos, quien opina que se trata de una corrupción del antiguo etnónimo Luggones (Santos, 1979). Sabemos que Paesicin es una ceca en la que en época visigoda se acuña moneda (Santos, 1999), por lo que no es de extrañar, que la otra gran etnia de los astures transmontanos mantuviera su nombre en el mismo periodo, aunque fuera por su identificación con la correspondiente civitas de época imperial.

El territorio de la Asturia transmontana en la Tardoantigüedad
Horreum de la villa romana de Veranes. Foto Museos arqueológicos de Gijón

Si consideramos que en 572 Miro comienza una campaña contra los ruccones, debemos pensar si tenía capacidad militar para llegar a acosar a un pueblo independiente en territorio vascón o cántabro, pasando por tierras enemigas además de enfrentarse directamente a los visigodos. La respuesta es que no.

Es más probable que el movimiento expansivo se centrara en un pueblo que hacía frontera con su reino, y ahí es donde están precisamente los Luggones, entre el Nalón y el Sella. 

Por resumir podemos decir que probablemente tenemos un territorio centro-occidental controlado por el reino Suevo y un territorio centro-oriental independiente hasta Sisebuto.

Hacia un mundo medieval. Los Visigodos

La dinámica de los últimos siglos de la Tardoantigüedad está marcada por el ocaso de las villas como núcleos de poder de los potentados rurales, que las abandonan en favor de espacios en altura que son fortificados, o bien reocupan fortificaciones abandonadas hasta ese momento.

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Lo observamos con en Veranes, donde el uso de la villa es residual al principio de este periodo y acaba transformada en un enclave religioso y funerario, a consecuencia de ello. Algo parecido pasa en el Chao Samartín.

Asistimos a la cristianización del paisaje, donde muchos de los castros adquieren un nombre de un santo como resultado de este proceso. Cantu San Pedro, San Chuís, Chao Samartín, etc son algunos ejemplos, incluso con la construcción de capillas en algunos de ellos.

Por otro lado en el territorio se gestan núcleos rurales de población que constituyen el embrión de las primeras aldeas. 

No obstante, todavía en los siglos VI y VII vemos castros de montaña en funcionamiento, probablemente sirviendo aún al propósito de sostener pequeñas sociedades donde la ganadería es el medio de vida. Son los que más larga pervivencia registran.

La sociedad visigoda en Asturias nos ha dejado diversas muestras. En el ámbito religioso uno de los objetos que aparecen con más frecuencia son los jarritos litúrgicos que nos hablan de una implantación del cristianismo en el territorio que, o bien se ve favorecido por la presencia visigoda, o bien se trata símplemente de una adecuación de las élites del territorio al nuevo orden social.

Algo similar ocurre con los restos funerarios encontrados en cuevas, principalmente, en la que siempre vemos gente de posición elevada (lo sabemos por las armas que portan, así como por el ajuar funerario) y que tienen una cultura material plenamente visigoda.

En el ámbito constructivo, en Asturias se conservan algunas piezas como un cancel visigodo, actualmente visible en el Museo Arqueológico de Asturias, que estaría en Lucus Asturum. Concuerda con la ocupación de las nuevas clases dirigentes de los núcleos de población de mayor rango. También la pizarra de Carrio, es otra pieza importante, en la que vemos una inscripción en letra gótica cursiva en la que se recoge una maldición contra las tormentas de pedrisco, etc…

Sin embargo, siguiendo el mismo patrón que en periodos anteriores, no tenemos una constancia de una ocupación directa del territorio por visigodos, sino probablemente un sometimiento al poder central que no se hace excesivamente manifiesto en la periferia. A ello contribuye la secular ausencia de grandes núcleos de población, e infraestructuras que faciliten el movimiento y control del territorio, regulado por poderes locales reacios sobre todo a obligaciones tributarias y posiblemente a un poder cuestionado.

Al menos en el caso de Asturias, donde ni siquiera tenemos la certeza de la existencia de un Dux como en el caso cántabro. De nuevo vemos el poder en estos potentiores que algunos autores como Menéndez Bueyes reconocen como protagonistas en los eventos de oposición a los nuevos invasores en el siglo VIII por las mismas razones.

Conclusiones

El territorio de la Asturia transmontana experimenta una serie de cambios en el largo proceso que abarca desde los siglos finales del mundo imperial romano hasta el surgimiento del Reino de los astures, en el siglo VIII.

En todo ese tiempo observamos cómo el progresivo declive del poder estatal así como su posterior desaparición motivan que surjan unas élites rurales que acaban tomando el poder y articulando el territorio bajo un nuevo patrón basado en sus necesidades de subsistencia.

Las villas, que juegan un papel crucial en el bajo Imperio, con la ruralización del mismo, son el lugar desde el que se ejerce el poder, y además son el punto desde el que se introducen nuevos factores en juego que van a transformar el mundo astur-romano, como el cristianismo.

La ausencia de grandes ciudades, con Lucus Asturum y el asentamiento amurallado de Cimadevilla en Gijón como únicos exponentes de cierto urbanismo en esta parte no nos permiten tener demasiada información sobre una sociedad de la que es más fácil encontrar información en las villas.

La marginalidad del territorio, sin ser ajeno al proceso de romanización (Díaz, 2016), hace que de nuevo permanezca, al menos en parte, fuera del ámbito de control de los nuevos poderes estatales, germanos, que sustituyen, hasta el dominio de toda la Península por parte de los visigodos. El occidente de Asturias hasta el río Nalón aparece en las fuentes bajo el dominio Suevo, pero el oriental parece ajeno a un dominio externo, e incluso podemos detectar el territorio de una civitas como la de los Luggones, que habría permanecido asentada en el mismo solar que en época altoimperial, cuando la cita Ptolomeo en el siglo II d.C.

Ruralización del territorio, cristianismo incipiente, auge y caída de las villas y un traslado del poder desde éstas a los lugares fortificados donde veremos los primeros castillos, nuevos centros desde los que se controla un espacio que acaba siendo dominado definitivamente por los visigodos, aunque un siglo después éstos sean arrasados por la entrada de los musulmanes en la península.

En esos territorios marginales, donde aparecen los ruccones de la Biclarense, se gesta a principios del siglo VIII uno de los núcleos de resistencia a esta invasión y el origen del Reino de Asturias, que marca el inicio del periodo medieval en Asturias.

Bibliografía

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1 COMENTARIO

  1. La tardoantigüedad,tan apasionante como desconocida, yo tengo cerca de casa el castru de L’Armada, en Quiloñu, Castrillón, y no veo el dia en que lo excaven. Intuyo que podria arrojar mucha luz sobre esa misteriosa etapa Ástur.

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