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Actualizado: 18 septiembre, 2023

Estaba leyendo este fantástico estudio de Samuel Nión-Álvarez1, publicado recientemente, y se me ocurrió hablaros de una perspectiva diferente al enfoque del estudio de la cultura de los castros del NO.

En los últimos años el concepto de Cultura Castreña que fue difundido con éxito desde los años 80 del siglo pasado como elemento que aglutina a las sociedades de los poblados fortificados, ha visto cómo surgen nuevos paradigmas que están dejando atrás esta idea, y sobre todo, no están enfocando el territorio del noroeste (galaicos y astures) como un todo unitario, ni siquiera dentro de los espacios tradicionales asignados a cada uno de estos pueblos.

Pero hay propuestas alternativas que trascienden los marcos espaciales heredados del mundo romano, los conventus, que por otra parte son demarcaciones territoriales artificiales establecidas ya tras la conquista sobre una base identitaria indígena.

Si dejamos de lado las fuentes y nos centramos en la arqueología podemos dividir el noroeste en una serie de espacios en base a los testimonios que nos dejan en los lugares estudiados.

Así pues, en el noroeste se proponen clasificaciones como: sociedades heroicas, sociedades segmentarias agrarias, sociedades de casa y sociedades basadas en relaciones familiares. Como veis, el territorio de los astures está dividido en dos tipos de sociedades que hemos mencionado aquí muchas veces. Las de tipo castreño, que corresponden al territorio astur trasmontano al completo así como a la franja cismontana de relieve montañoso, y por otro lado las sociedades de la meseta norte, basadas en el parentesco, que tiene como tipo de poblamiento el oppidum. Queda explicado mejor en estos mapas.

Podéis ver que al mismo tipo de poblamiento no se corresponde el mismo tipo de sociedad. Os lo pongo para que os deis cuenta de la dificultad de atribuir sin más determinadas características basándonos solamente en las evidencias arqueológicas.

Las sociedades rurales profundas

Digamos que su principal característica según González-Ruibal2 es que no se corresponden con el modelo de sociedades «celtas» de época medieval temprana, que conocemos a través de las fuentes escritas. Sociedades donde el héroe, el rey, o el ideal guerrero tienen el protagonismo. Tampoco es correcto definirlas como no jerarquizadas porque este tipo de sociedades pueden dar lugar a estructuras sociales y económicas complejas e incluso a imperios.

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No son sociedades segmentarias porque serían igualitarias, y no lo son. Tampoco son campesinas, porque su sociedad es mucho más compleja que simples comunidades rurales. Para el autor, el concepto que mejor se ajusta es el propuesto por Jedrej en 1995: sociedades rurales profundas.

Se caracterizan por vivir en los márgenes de los grandes Estados, y son sociedades cuyas evidencias arqueológicas muestran un claro matiz de «conservadurismo cultural». Una de sus características principales es evitar el contacto con el poder, no someterse a una subordinación evitando también a aculturación de los pueblos vecinos con una organización social más compleja. Jedrej3 se refiere a sociedades actuales, pero el modelo encajaría según González-Ruibal en lo que vemos en las sociedades del norte de Iberia en la Edad del Hierro.

Un ejemplo sería la larga pervivencia del bronce en este tipo de sociedades, que tienen un registro arqueológico muy similar tanto en la primera como en la segunda Edad del Hierro.

En términos políticos, morales y económicos es un sistema diferente completamente al de los astures del sur, los de los oppida. Otros autores, como Hervás, Fernández Ochoa, Sastre… han defendido que, en primer lugar, los astures del sur no estaban interesados en el conflicto directo con Roma, ya que estaban mucho más expuestos a las represalias de un potente ejército sin la vía de escape del intrincado sistema montañoso del norte. Además el que se englobara a Astures transmontanos y cismontanos en el mismo paquete tiene más que ver que se realizó en el mismo proceso de conquista que en la identidad entre unos y otros. Ruibal detecta el mismo patrón al sur de Gallaecia, donde se puede inferir una colaboración de los pueblos galaicos más sureños frente a la resistencia de pueblos montañeses de su mismo ámbito cultural.

Es por ello que resulta útil adquirir esta perspectiva arqueológica frente al tradicional sistema que nos proporcionan las fuentes, ya que podemos entender mejor unas diferencias, que por otra parte son perfectamente lógicas y adaptadas no sólo al relieve, sino al clima, lo que significa distintos medios de subsistencia esencialmente.

Aún así el sistema tiene objeciones

Por ejemplo, uno de los factores que presenta el autor como característico de las sociedades rurales profundas es la «aversión» a la posesión de joyas que distingan a una clase de otra en esa sociedad. No es cierto en el caso de la Asturia transmontana, donde en medio de esas sociedades encontramos torques4, que además comparten estilo con los del norte del territorio galaico, estableciendo un modelo característico.

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Habla también de la existencia de calderos (aquí también los encontramos, el más reciente la sítula del castro de La Peñona en Olloniego), así como otros.

Ya no digo nada respecto a la diadema de Moñes, o las arracadas áureas. Evidentemente todos ellos son símbolos de distinción social de quien los porta, y son comunes tanto a las sociedades rurales profundas como a las sociedades heroicas y las sociedades basadas en el hogar o en las jefaturas de los oppida del sur de los galaicos y astures.

La supuesta identidad formal de las viviendas en el interior de estos pequeños poblados tampoco se sostiene si la analizamos desde la perspectiva de que existen dentro del urbanismo castreño diferentes niveles de complejidad. Las supuestas viviendas a la vista del uso de cada edificio se convierten en conjuntos funcionales donde se aglutinan vivienda, taller, almacén etc. Es ahí donde se manifiesta la diferencia dentro del poblado, que es difícil de identificar parándose nada más en el sistema formal de las construcciones.

Por otro lado, ante la ausencia de excavaciones en extensión, apenas tenemos una perspectiva real de esa diferenciación, donde las evidencias constructivas son de un periodo posterior, la mayoría ya de época romana, en la que la estructura social de los poblados está profundamente alterada.

Si vamos atrás en el tiempo empiezan a aparecer algunos edificios singulares, como grandes cabañas, o construcciones en las acrópolis, que aún tienen una difícil explicación. Por tanto descartar la diferenciación social en base a la arquitectura es un poco arriesgado.

No es hasta el establecimiento de Roma en el territorio donde la arquitectura manifiesta esa diferenciación de forma explícita en el registro arqueológico actual. Por ejemplo la domus del Chao Samartín, pero eso no quiere decir que con anterioridad no hubiera esa jerarquía social, sino que resulta más difícil percibirla al nivel de comprensión actual de los poblados fortificados.

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Más allá del concepto de cultura castreña del NO. Organizaciones sociales indígenas a través de la arqueología
Domus del Chao Samartin.

Es precisamente la autoridad romana la que emplea a esas élites locales como intermediarios entre el aparato estatal y el sistema social astur. Es evidente que son élites que o se adaptan o son sustituidas por nuevos elementos afines al poder, pero en definitiva élites, que ya estaban ahí antes de la llegada de Roma. Creo que a eso se refiere el autor cuando dice que tampoco son igualitarias, como defienden Sastre y otros, lo que supone, desde mi punto de vista, un prejuicio cultural respecto a estas sociedades.

Tampoco son sociedades aisladas, al menos el registro arqueológico ha identificado contactos culturales en los castros de la costa galaica y astur, y son varios los estudios que están incidiendo en la interrelación de estos pueblos con las esferas culturales que los rodean, tanto por la vía marítima como por la vía costera.

No tiene sentido decir que son opuestas a las innovaciones provenientes del exterior y defender una supuesta celtiberización de todos ellos en la segunda Edad del Hierro.

En conclusión creo que no erramos si caracterizamos a estas sociedades con una serie de rasgos propios que son transversales a galaicos y astures y que están relacionados con el tipo de hábitat. Pero eso es algo lógico ya que el paisaje condiciona mucho las soluciones y sistemas de subsitencia adoptados. Lo podemos ver hoy en día en los tipos de poblamiento de montaña, donde los espacios heredados de la larga tradición de aldeas desde la Edad Media, substiste

Tendemos a ver la cordillera como un sistema de barrera, con una concepción norte-sur que funciona como una limitación de movimientos, pero en realidad lo que vemos es un sistema interconectado que permite intercambios materiales y humanos a veces a distancias considerables como nos evidencia la cerámica por ejemplo.

Notas al pie y bibliografía

  1. Nión-Álvarez, S. (2023). Tu casa no es mi casa: caracterizando dos formas de organización social en la Segunda Edad del Hierro del Noroeste Ibérico, España (IV-I aC). Una aproximación desde el registro doméstico. Arqueología29(1), 11216-11216.
  2. González Ruibal, A. (2012). The politics of identity: Ethnicity and the economy of power in Iron Age northwest Iberia. Ethnicity and landscape in the archaic Mediterranean.
  3. Jedrej, M. C. (1995). Ingessana. The Religious Institutions of a People of the Sudan-Ethiopian Borderland. Leiden: EJ Brill.
  4. Molina, S. P. (1996). Los torques castreños del noroeste de la Península Ibérica. Complutum, (7), 195-224.

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