Cuando pensamos en fíbulas de caballito nos remitimos al territorio de la meseta centro oriental de la Península. Es un fenómeno que teniendo como origen estas élites ecuestres del ámbito celtibérico se va expandiendo a medida que esta cultura va dejando su huella en el occidente de Iberia.
En territorio transmontano tenemos nuestro pequeño corpus de piezas de distintas variedades de este estilo. Han aparecido en Picu’l Castru de Caravia, en la Campa Torres y en el castro de Llagú, en Oviedo. En este último ya os hablé de la fíbula zoomorfa esquemática que pertenece a una de las fases avanzadas de este fenómeno, donde las formas representadas se esquematizan y es difícil reconocer cualquier atisbo de parecido con un caballo.
En la que os comento en este post, es más sencillo reconocer la figura del caballo, aunque tiene también una forma esquemática basada en ángulos y volúmenes geométricos que esquematizan la figura. En el lado izquierdo de la pieza se incluyen dos anillas que, probablemente, añadirían un tintineo a la pieza al utilizarla. Se ha perdido el muelle y la aguja que cierra el broche, pero tiene un estado de conservación que permite apreciar sin dificultad la decoración a base de círculos concéntricos tan extendida por todo el territorio de la Iberia indoeuropea y la Europa de la Edad del Hierro y que encontramos en una amplia variedad de soportes.
Estos objetos se pueden relacionar, gracias a los paralelos que conservan en necrópolis meseteñas, con una élite social que aparece manifestada en los objetos con los que se les acompaña en las tumbas. Nos habla de las relaciones entre estas élites de los Luggones y otras al otro lado de la cordillera, en un fenómeno que pone de relieve que los clanes del centro de Asturias estaban conectados de alguna manera con sus homólogos de la Meseta y gustaban de objetos, como estos, que en ese ámbito son considerados objetos de prestigio.
Esta pieza se puede ver en el Museo Arqueológico de Asturias en su exposición permanente. Planta segunda.