En el recién publicado boletín del Museo Arqueológico Nacional puedes encontrar un interesante artículo, firmado por M.A. de Blas Cortina 1, sobre la aparente relación entre hachas de talón y contextos mineros. Las hachas de talón son uno de los objetos más característicos del Bronce Final en el noroeste de la península ibérica y extienden su presencia hasta la época castreña.
Al parecer, la relación entre hachas de bronce y minas se lleva documentando desde el siglo XIX. Lo cierto es que la mayor parte de estos objetos aparecen en contextos de ocultación y no en los de uso funcional. Este hecho dificulta mucho la interpretación que podemos obtener en cuanto a su uso y significado. Os pongo un ejemplo sencillo. Un hacha es un objeto que todos sabemos que se usa para talar, cortar, etc… o que incluso puede ser usado como arma.
Pero si os digo que cuando analizamos la composición metálica de estos objetos, sobre todo en el periodo final de su utilización, nos encontramos con que son tan blandas que no servirían para nada, comprenderéis de inmediato que su significado debe ir más allá de su funcionalidad aparente. Más aún, si está enterrada bajo un hogar de una cabaña, el carácter simbólico ya parece ser evidente.
En algunas de ellas aparece un signo de tres líneas que se repite en varios de los modelos. No es extraño que las hachas tengan alguna decoración, bien en forma de nervios (posiblemente relacionadas con la funcionalidad) o estéticos, que de Blas especula con que fueran posibles marcas de fabricante. Lo sorprendente es cuando estas marcas aparecen en lugares que tras montar la pieza en su mango de madera quedarían ocultas. Se pregunta si fueron hechas para no ser utilizadas jamás, lo cual es una hipótesis que reforzaría ese caracter simbólico que comentaba.
El estudio de las hachas de bronce de este periodo ha permitido, por tipologías, establecer una cierta escala temporal según los modelos. Las más antiguas son de hacia 1200 a.C. y las más recientes, por ejemplo las que os comentaba que tenían un «tridente» en su hoja, se cree que habrían sido fabricadas entre los siglos IX y VII a.C. en pleno proceso de aparición de los primeros castros o poblados fortificados. No obstante algunas parecen más tardías y el criterio para diferenciarlas es su composición (más plomo, menos funcionalidad), por lo que aún siendo del mismo tipo unas servirían para cortar y otras no.
La conclusión del estudio es que aunque la documentación asociada a las hachas descubiertas en contextos mineros en el siglo XIX parezca indicar que se encontraron en esas explotaciones, lo cierto es que no es probable ni que se utilizaran para ninguna tarea relacionada con este contexto ni que aparecieran en las minas.
La explicación nos lleva a un periodo más reciente. En el siglo XIX se produce buena parte de la industrialización de la región y además se abren caminos, vías de ferrocarril, etc. lo que propicia el aumento de descubrimientos significativos como consecuencia directa de la destrucción de túmulos y otros elementos del patrimonio. Como sabéis, muchos son hallazgos fortuitos que conllevan algún tipo de construcción de infraestructuras, o simplemente tránsito por caminos o ampliación de los mismos. Seguro que recordáis cómo se descubrió el primer mosaico de la villa de Andayón, o de la Estaca, ampliando el camino que comunicaba dos localidades vecinas. Algo parecido sucedió con los torques de Villabona en Tineo.
En definitiva, que las hachas de bronce no sirven para el trabajo en las minas y que su asociación responde a unas circunstancias más recientes donde la extensión de la industria por el territorio asturiano tuvo nefastas consecuencias para nuestro patrimonio.
Os recomiendo la lectura del artículo. Está en la página 93 del Boletín.
