Uno de los complejos de asentamientos, creo que menos estudiados, del centro de Asturias es el conjunto de castros ubicados en torno al río Aboño, en el centro de Asturias. Se trata de un sistema que, entendido en conjunto, nos habla de una gestión del territorio por parte de grupos humanos que parecen estar relacionados y en los que hay una evidente dependencia jerárquica en torno a un asentamiento principal, la Campa Torres.
Cuando se habla del aspecto marítimo de la Campa Torres, en Gijón, se tiende a verla desde una óptica condicionada por el aspecto actual del cabo donde se ubica el castro y el entorno que lo rodea. Profundamente antropizado por la parte este por el puerto de El Musel, el más grande de Asturias, y por la parte oeste con las dársenas de mineral de la central térmica de Aboño, que llegan hasta la misma orilla de la mar.
Sin embargo, el entorno en la Edad del Hierro, cuando el castro estaba en su máximo apogeo, era notablemente distinta. Aún podemos tener un atisbo en las fotografías aéreas de los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado, de lo que podía ser el complejo de castro, ría y fondeadero.
Contenidos
La ría de Aboño en época antigua
Lo que hoy no es ni siquiera una ría, ya que la actividad industrial ha terminado por canalizar su salida al mar, no hace ni cien años todavía era un estuario en el que se extendía una pequeña playa abrigada al oeste por el cabo Torres, y abierta al oeste a las playas de Xivares. La desembocadura de la ría se usaba para la pesca por nuestros padres y abuelos. En las fotos de mediados del siglo XX todavía se aprecia la extensión de este arenal.
La ría quedó colmatada de sedimentos, sin embargo, más atrás en el tiempo, era navegable. Era un estuario que se adentraba en los fértiles valles del centro de Asturias encajonados al este de la sierra del monte Areo. En ellos aún se podían sentir los efectos de las mareas. A finales del siglo XVIII dicen que la ría entraba media legua hacia el interior de Asturias. La toponimia recuerda aún el fondeadero que existiría en el lugar en torno al castro de San Andrés de los Tacones (de estacones, pertenecientes a la infraestructura de un puerto interior).
Según algunos estudios 1, los barcos podrían llegar a la garganta de Veriña, en el lugar donde se encajona la ría entre dos altos, y de ahí hacia el interior se subirían las mercancías en barcazas. Tenéis que pensar que en época romana el calado era suficiente. Aún en el siglo XVIII se podía navegar, aunque los esteros dominaban partes del recorrido de la ría.
Más testimonios que abundan en la importancia de este lugar como puerto comercial, es la aparición de las famosas «aras sestianas» en una parroquia situada en la margen de la ría de Aboño.
Tirso de Avilés en 1586 recoge esta tradición sobre ellas:
La sobredicha escritura está en una piedra del frente del Altar de una Hermita que está entre Carreño y Candás, del Concejo de Carreño,que se dice junto al río de Aboño y junto a la mar. Los romanos victoriosos, llegando al Mar Océano, en donde se juntan los Concejos de Gijón y Carreño, a la orilla del río Aveno, junto a la mar, pusieron en señal de triunfo y victoria una gran ara o altar a Augusto César (…). La piedra es digna de ver, mas ahora no es vista, ni conocida, ni estimada, aunque yo después di nuevas de ella, algunos curiosos la van a ver; y cuando la mar crece en los menguantes y crecientes de luna, se cubre de agua en su capilla.
Los autores citados proponen que la ubicación original de las aras no era en la Campa Torres (os recomiendo la lectura detallada de su artículo en este sentido), sino que se ubicaron en la margen derecha de la ría de Aboño, en una posición cercana a donde la ubican autores como Ocampo en el siglo XVI o Tirso de Avilés también en el mismo siglo. Consideran que el afán de Jovellanos por darle lustre al pasado romano de Gijón le llevó a crear un constructo histórico basado en suposiciones en la que el entorno de Aboño como eje comercial naval de Gijón queda desplazado en favor del protagonismo de la Campa Torres y el Cerro de Santa Catalina posteriormente como núcleos urbanos en época antigua.
Los castros de la ría de Aboño.
En el fondo del estuario se ubicaría el castro de San Andrés de los Tacones. Cuya adscripción al periodo romano parece confirmada por la aparición de numerario y cerámica aunque sólo se ha practicado un sondeo para la elaboración de la carta arqueológica de Gijón.
Además de la Campa Torres se ubicarían otros castros, como el de La Corona, de un periodo similar, aunque probablemente con una finalidad militar más que de poblamiento. Aún así me llama la atención la escasez de asentamientos detectados, producto más bien de la destrucción por la profunda alteración del entorno que por la falta de localizaciones aptas para su ubicación.
A la ría llegarían las mercancías que se embarcarían con destino a otros puntos del Imperio. El cerro de Santa Catalina, en el Gijón actual, ofrece menos ventajas para la navegación que este conjunto. El tómbolo, estaba rodeado de una marisma sobre la que hoy se asienta la parte occidental de la ciudad, y quedaba aislado en marea alta.
Por otro lado, en época romana mercancías procedentes de las villas de Veranes, Murias de Beloño, etc… encontrarían un lugar de salida por mar en esta zona de una forma más próxima y directa que llegando hasta el cerro de Santa Catalina. Creo que se ha estudiado muy poco la relación de Veranes con el estuario, probablemente debido a la corriente historiográfica que da preeminencia al cerro de Santa Catalina en detrimento de la ría de Aboño.
Como veis, se trata de un planteamiento distinto al tradicionalmente aceptado sobre el origen de la ciudad de Gijón. Es interesante como propuesta complementaria, pero no excluyente de una ocupación romana en Santa Catalina, como parece quedar sobradamente demostrado por la arqueología. El debate está en el alcance de ese poblamiento, como sabéis, por la reciente polémica de estos dos autores sobre el Gijón romano.
Lo cierto es que un accidente geográfico apto para el comercio como el de la ría de Aboño en su tiempo no pudo pasar inadvertido para los pobladores de la zona. Hoy en día nos sorprende descubrir este tipo de paisajes en zonas completamente antropizadas, pero la realidad es que en época antigua Asturias tenía muchos kilómetros navegables en las distintas rías que jalonan la difícil costa donde los fondeaderos no abundan. Estamos buscando puertos entre las piedras azotadas por los temporales del noroeste cuando quizá debemos buscarlo en los tranquilos estuarios del interior, del que Aboño es un ejemplo cercano.
