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Actualizado: 30 diciembre, 2022

Es tiempo de frío, y no sé vosotros, pero yo disfruto comiéndome una buena rebanada de pan de leña con miel y leche caliente. La dorada y dulce sustancia que producen las abejas, ha sido un alimento desde la Prehistoria en todo el planeta. Pero las abejas han tenido un significado muy especial en la tradición de los países ribereños del atlántico europeo. De eso trata este post.

De abejas y de almas

En todo el arco atlántico se conservan tradiciones relacionadas con el carácter sagrado de las abejas. Una consideración que tuvieron más o menos en todo el continente, por otra parte, siendo reverenciadas también entre germanos y romanos, griegos o dacios, indistintamente.

En el mundo celta, la abeja ha tenido un papel de mensajera entre el mundo de los vivos y el de los muertos, capaces de comunicarse incluso con los dioses. Además, de la misma manera que otros animales, como el salmón, a la abeja se le suponía la encarnación de la sabiduría. En concreto a estos pequeños insectos, se les consideraba en las Islas Occidentales de Escocia como las guardianas de la sabiduría druida. Se ha conservado un dicho que viene a ser algo así como «pregúntale a la abeja salvaje qué sabía el druida».

La abeja también representaba el alma, y los escoceses por ejemplo creían que cuando una persona estaba en trance o en sueños, su alma salía del cuerpo en forma de abeja y hasta que no volvía a entrar por la boca no se le debía despertar porque esa persona se quedaría sin alma.

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En Galicia la abeja tenía también ese carácter, representado en la creencia de que cuando alguien moría decían que se reencarnaba en una abeja. Lo mismo sucede en Asturias

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, donde se las consideraba animal sagrado que no se puede matar, ya que está relacionado con las almas de los muertos. Igual costumbre existe en Gales y en otros puntos de la isla. En Cornualles, por ejemplo, sólo se podía trasladar a las abejas el día de Viernes Santo. De hecho a toda la isla se la denominaba la «isla de la miel» según los bardos galeses.

En la isla se les tenía una consideración especial. Se las debía informar, como si fueran miembros de la familia, de los acontecimientos familiares, bodas, etc. y una curiosidad, no se les debe hablar mal, no se lo toman bien 😀

Los galeses decían que si alguien moría en la familia, un miembro de ésta se lo tenía que decir a las abejas antes del funeral. Había un ritual que era poner un lazo negro atado a una madera que se colocaba encima de la colmena. Lo mismo pasaba en Cornualles, pero en Irlanda se llevaba más allá y las abejas tenían derecho a una parte de la comida del funeral del difunto.

En Galicia se conserva, sólo en una poesía, un relato sobre un rito fúnebre llamado «el abellón» que consistía básicamente en que una vez avanzada la noche en el velatorio del difunto, los congregados se tomaban de la mano e iban dando vueltas alrededor del muerto mientras imitaban el zumbido de las abejas. Este rito se daba en as Rías Baixas

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En Asturias no se debía discutir delante de las abejas, lo que me recuerda a la costumbre de hablarles bien, que se conservaba en Inglaterra. Se las llamaba «benditas». Encontramos en nuestra tradición, esta curiosa referencia recogida por Constantino Cabal, en este cuento, que relaciona lo divino y las abejas y que parece una cristianización de un relato más antiguo

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«Aquí está un mujer de vida innoble, pero de astucia tan grande, que iba frecuentemente a comulgar. En la apariencia, una santa; en la realidad, un diablo… Pesaban en su conciencia una gran cantidad de sacrilegios, y en uno cogió la Hostia que le puso en la lengua el Señor Cura, y corrió a un colmenar y echóla en él… Cuando la echó dijo así:
– Ahí va, para les abeyes…!
Y se marchó a su casa tan tranquila.
Pero, amigos de Dios, ya esto era mucho. Ya estaba el cielo cansado!
Y aquí teneís que los mozos que iban a cortejar aquella noche, sin que ellos supieran cómo, se apartaron un poco del camino y fueron al colmenar. Ay, qué cosas las que vieron…! El colmenar con la luna, parecía un pueblecito refulgente de cabañitas de plata, y en una de
las colmenas había una luz milagrosa que se desparramaba al exterior… Y luego un son,  son dulcísimo, que tenía de oración y de gorgeo y de música, y de arrullo… 
Los mozos, claro es, temblaron, todo se les volvía emociones…
– Que será, qué no será, …
Y recurrieron al dueño.
El dueño era hombre piadoso, y se percató enseguida de que lo que pasaba en la colmena era un milagro de Dios. Fueron allá con los mozos, pues. Y en la colmena, en efecto, halló que toda la cera fuera hilada en velitas de repente y que todas las velitas alumbraban a la Hostia que echara la mujer al colmenar.» 4

Como veis, el mundo que nos rodea alcanza una dimensión especial si lo miramos a la luz de la tradición. Seguro que no verás a las abejas de la misma manera.

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Notas al pie y bibliografía

  1. Romero, F. A. (2007). La transmigración de las almas en el folklore del mundo céltico. Pasado y presente de los estudios celtas, 147.
  2. Romero, F. A. (2000). Las almas y las abejas en el rito funerario gallego del» abellón». Anuario brigantino, (23), 75-84.
  3. Quirós, G. D. (2003). A propósito de la custodia como motivo decorativo en Hórreos y Paneras de los siglos XVIII y XIX en Asturias. In Religiosidad y ceremonias en torno a la eucaristía: actas del simposium 1/4-IX-2003 (pp. 1013-1046). Ediciones Escurialenses.
  4. CABAL, C. (1951) Contribución al Diccionario Folklórico de Asturias (A-Agr), Oviedo, pp. 31 y 32.

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