cueva huerta
cueva huerta

En las leyendas relacionadas con los castros de Asturias y de otros territorios del noroeste peninsular, se hace referencia a unos «moros» que tienen unas características que difícilmente los harían encajar en el esquema que todos tenemos de alguien que recibe ese nombre.

Lo primero que podríamos pensar es que «moro» hace referencia a los musulmanes que invadieron la Península ibérica en el 711, pero lo cierto es que las descripciones que se hace de ellos, los sitios donde se ubican y los comportamientos que tienen, difícilmente encajan en ese supuesto.

Por otra parte, podríamos pensar que hace referencia a un color oscuro, pero de nuevo las descripciones físicas nos hablan de gente rubia o que peina cabellos de oro.

Si analizamos la mayoría de las leyendas vemos que incluso los hechos que se les atribuyen no pueden haber sucedido en un periodo de tiempo concreto de nuestra historia, sino que pertenecen más bien al mundo de lo mágico y de las creencias.

Por último, tenemos algún testimonio oral que distingue perfectamente entre moros y musulmanes, con lo que la historia acaba de no encajar de ninguna manera. Veamos por qué.

Los moros como agente diferenciador o identitario

Lo cierto es que tiene una explicación y es que los moros de las leyendas1 asturianas o leonesas, las mouras de la mitología gallega, etc… en realidad no tienen nada de musulmán y sí mucho de creencias paganas.

Hay autores que consideran que el concepto de «moro» es en realidad un agente diferenciador entre la gente del ahora y la gente del pasado legendario2. Es decir, lo que sucede en la historia es una sucesión de hechos protagonizados por los antepasados de «los de ahora» en un momento, mientras que lo que cuentan de los «moros» en realidad pertenece a la historia de «los otros». En realidad es una manera de definirnos a nosotros mismos, diferenciándonos de lo demás.

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Estos otros representan distintos valores a los nuestros. No son cristianos, para empezar, y además en relación a ello suceden enfrentamientos violentos, como el rey Castro y los moros que excavan el foso de Cabo Blanco, en el occidente. Por esa misma razón son los protagonistas de los combates mitológicos3 que se recogen en toda nuestra geografía.

Por tanto, podemos englobar a los «moros» de estas leyendas como la gente que no es cristiana, y que creó algunas de esas fantásticas estructuras que aparecen en el paisaje, como castillos y castros.

El pasado como tiempo de leyendas

Y es que el tiempo de los moros es el del pasado remoto. Parece que se hablara de otra era distinta, incluso de un pasado distante. No se cuenta cuándo llegaron, pero sí que los expulsamos. Además vivieron aquí algún tiempo porque son ellos los que tuvieron la capacidad de levantar las fortalezas en los riscos, los enormes fosos de los castros, o de excavar túneles que recorren grandes distancias bajo estos asentamientos. En general se aplica el término a todo tipo de ruinas, desde megalitos hasta época medieval.

Es un indicio recurrente a la hora de encontrar yacimientos, y es un patrimonio oral asociado a los lugares arqueológicos, que en mi opinión es tan necesario proteger como las propias construcciones de distintas épocas. En muchas ocasiones el mito sin el yacimiento arqueológico pierde todo el sentido, o si lo enfocamos a la inversa, el yacimiento le da la dosis de realidad que necesita para apreciarlo en su verdadera magnitud.

Por eso os animo a colaborar contándome las historias que conozcáis sobre nuestros castros, con el objetivo de mantener el archivo de leyendas (venga, tenía que decirlo 🙂 )

Los moros del inframundo

Porque los moros son seres que han sido expulsados, desde luego de Asturias, pero también del plano real. Ahora viven en el inframundo. Pero no siempre fue así, ya que en el pasado habitaron en la superficie. Leyendas de sitios como Valle Moru, lugar recóndito donde vivía gente rubia, o en muchos de los castillos o castros de la región, que llevan su nombre, como el prau de la mora, la bolera de los moros, etc… Como decía antes dejaron su huella en el territorio. Sin embargo, al ser expulsados por «los de ahora», es decir, por los cristianos, como Pelayo o Castro, se refugian en ciudades de oro y ricos estandartes bajo tierra a las que se entra por las innumerables cuevas de la región.

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Allí moran las encantadas, las Xanas de las cuevas, las Mouras de Galicia, y aunque se las puede ver en algunas ocasiones peinando sus rubios cabellos al lado de fuentes y ríos, o a sus gallinas y pitinos de oro, lo cierto es que sólo en la noche de San Xuan pueden ser desencantadas, que en definitiva, es abandonar el inframundo y volver al nuestro a compartir sus riquezas con aquel que las desencante. Ah, el tiempo ahí abajo discurre más lento, de otra manera. Lo que son unos días en ese mundo aquí son siglos. Quizá por eso las xanas siguen siendo jóvenes tantos años 🙂

Otras veces no piden eso, sino que simplemente necesitan de la ayuda de alguno de «los de ahora» y le recompensan con riquezas, pero siempre que mantenga el secreto.

Y es que «los moros» están asociados al oro. Cadenas de oro que rodean castros bajo tierra, barras de oro y de plata escondidos en viejas fortalezas, o simplemente polvo de oro esparcido por las tierras de labor. Siempre el oro, que por otra parte es un fruto de la tierra. Es un oro de minería no de lechos de río. Es una riqueza que para conseguirla hay que desafiar al inframundo.

En definitiva, los moros son los que hacen magia. Reyes que tienen el poder de transformar a sus hijas, o recluirlas en esas ciudades bajo tierra, incluso de transformarlas en otros seres, como animales, peces, etc…

En realidad no es nada nuevo. Los moros del tiempo mitológico los encontramos con las mismas señas de identidad en la mitología gallega, o leonesa y zamorana. Una prueba de su antigüedad es la similitud de estas leyendas con otras que se cuentan en partes de las costas del Atlántico europeo. Los seres del inframundo de Bretaña, o de Irlanda, son un tema recurrente para encontrarles un parentesco. En la mitología irlandesa encontramos una serie de pueblos que sucesivamente van llegando a la isla, y algunos tienen las mismas características que los moros de nuestras leyendas. Allí no reciben ese nombre, tampoco sufrieron una invasión musulmana.

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Es evidente que el mito se adapta con los siglos, se entremezcla con historias reales, como la batalla de Lutos, donde en vez de Pelayo es Alfonso II quien corta el retorno de las tropas musulmanas que habían asolado Oviedo y lleva a cabo una matanza. Por cierto, como decía Alberto Álvarez Peña en la conferencia que os enlacé el otro día, para la gente de allí el rey era Pelayo, no Alfonso II. El hecho histórico se ha moldeado en la memoria popular. Lo mismo sucede con otros lugares de Irlanda, o de Galicia donde lo mitológico explica lo real que no se alcanza a explicar. En realidad esa es la función de los «moros», y de su presencia en nuestro paisaje.

Notas al pie y bibliografía

  1. HERNÁNDEZ, D. Daniel Salmador; MARTÍN, Ángel Luís Salmador. Las Moras & Moros Mitológicos.
  2. González Álvarez, D. (2001). Arqueología, folklore y comunidades locales: los castros en el medio rural asturiano.
  3. Narro, Á. (2013, March). Mítica de los moros y las moras de la toponimia peninsular. In Actas del XXVI Congreso internacional de Lingüística y de Filología Románicas (pp. 219-28).

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