Ya os fui informando desde la noche del viernes del destrozo, que no tiene otro nombre, que ha provocado un agricultor en el yacimiento arqueológico de Pintia, en Padilla de Duero, Valladolid. Se trata de una zanja para riego de 230 metros, un metro cuarenta de profundidad y medio metro de anchura. El autor de este atentado contra el patrimonio arqueológico empleó dos máquinas para llevarlo a cabo. No tenía solicitado ningún tipo de permiso para hacerlo, cosa que no le hubieran permitido al atravesar una de las zonas más antiguas del yacimiento, el barrio suroccidental.
En esa zona se encuentra una potente secuencia estratigráfica de 4 metros de espesor que lleva desde el Bronce hasta época romana. La zanja atravesó la muralla y entró de lleno en las construcciones de distintas épocas de este sector.
El resumen de la «fechoría», como la calificó el consejero de cultura de la Junta es un total de 322 metros cuadrados de yacimiento que se han perdido, y como digo, no cualquier sector, uno de los más antiguos que explicaría el origen del asentamiento. Las cifras son elocuentes. Se han destrozado 1610 metros cúbicos de terreno. Para que os hagáis una idea, en los últimos 12 años de investigación en el sector de las Quintanas se han removido 900 metros cúbicos de material. Esta mañana se conocía que la Junta de Castilla y León se va a presentar como acusación contra el agricultor.
El sector de las Quintanas, abarca 25 hectáreas. La acumulación de restos de distintas épocas ha creado una especie de superficie elevada sobre el nivel del suelo unos cuatro metros que son el testimonio de al menos siete episodios de destrucción diferentes. Os dejo link a este post donde os cuento la visita que hicimos el verano pasado.
Gracias por hacerte eco de estos hechos tan tristes y perturbadores. Hace ya treinta años que este yacimiento está declarado BIC y no se puede argüir desconocimiento. Hace cuarenta y cinco que se viene investigando desde la Universidad de Valladolid, acompasando generación de conocimiento, difusión del mismo y, sobre todo, conservación de este legado inconmensurable que hemos recibido y del que somos guardianes. Cuando el egoismo exacerbado menosprecia de esta manera tan burda, abusiva y lesiva, de hechos consumados, el interés colectivo, el de todos, solo cabe esperar que un día todos estos cuadrhumanos adopten la posición erguida y desarrollen consecuentemente su cerebro y, con él, la empatía; y quien sabe, incluso también la compasión por los despojos de los que nos precedieron y la curiosidad de saber quiénes somos, de donde venimos, a dónde vamos (o a dónde queremos ir). Gracias a todos por el masivo apoyo que estamos recibiendo y confiemos en que sea la última vez que algo como esto sucede.
Carlos Sanz Mínguez. Director del Centro de Estudios Vacceos Federico Wattenberg de la Universidad de Valladolid, arqueólogo.