Os traigo un trabajo excepcional de Iván Cuervo Berango. Una recreación del castro de Coaña en su momento de esplendor. Ya había tenido ocasión de tratar este asentamiento tan icónico de la cultura castreña en Asturias para National Geographic Historia, siguiendo los pasos de Antonio García y Bellido, que levantó la que yo creo que es la primera recreación visual de un poblado de la Edad del Hierro en nuestra región, allá por los años 40.
Como os comenté en el otro post, el potencial de la ilustración en este ámbito es incuestionable. El ojo provoca un estímulo intelectual que poco se parece a otros sentidos. Te pueden contar mil veces lo maravilloso que es un asentamiento, pero hasta que no lo veas no vas a entenderlo.
Veréis, lo que más cuesta imaginarse en un yacimiento arqueológico es que es un lugar que estuvo vivo. Un asentamiento como el de Coaña tuvo que tener un impacto considerable en sus alrededores. Los castros, al menos los de este tipo, dependen de la agricultura y la ganadería para sobrevivir, aunque en momentos de su existencia el comercio y la artesanía tienen una importancia mayor.
Las dos primeras actividades crean un paisaje limpio en torno a los poblados. Me habréis leído muchas veces quejarme de las plantaciones de eucaliptos sobre castros, por el daño físico que producen en las estructuras, pero también porque rompen la comprensión visual del yacimiento. Cuando ves un castro talado y limpio te das cuenta de qué es lo que estás mirando.
Los artistas como Iván Cuervo llevan esto un paso más allá, con imágenes donde la luz, las texturas, y la perspectiva nos hacen sentir que estamos viendo algo realmente vivo.
Fijaros en esta interpretación de la acrópolis. Un lugar donde ahora sólo queda a la vista un pequeño muro rodeándola y dos o tres escalones para acceder (normalmente cerrada al público ya que todavía no estaba excavada). En este sector el autor coloca dos vallados, que protegerían el ganado en caso de asedio, también un pequeño huerto y seguro que una casa comunal. Es el lugar en el que defenderse en un caso extremo. Yo coincido con su visión práctica de la acrópolis, y en no caer en el enfoque simplista de caer en determinados tópicos interpretativos. Los espacios suelen ser multiusos, sobre todo los de estas dimensiones.
Por último el efecto didáctico es incuestionable. Si no dijera nada más, esta imagen serviría, (para eso fue creada) para contaros un día en la vida cotidiana de un poblado de la Edad del Hierro.
No sé a vosotros, pero a mi se me está apeteciendo ir a ver el castro otra vez, con estas imágenes como guía.
Os dejo otro de sus trabajos sobre el castro de San Chuís o la recreación de la cara del hombre de La Sobia
Podéis saber más de su trabajo en:
Es impresionante, casi puede sentirse la brisa tibia de una tarde de verano, con el Sol ya callendo.