Uno de los asentamientos más emblemáticos del centro-oriente de Asturias es el Castiello de Moriyón, en Villaviciosa. Se trata de un castro situado en un emplazamiento con dos cumbres cuya toponimia es reveladora. Uno se llama Castro y otro Castiello. Curiosamente el castro se localiza en el de Castiello.
Excavado por Jorge Camino Mayor desde finales de los años noventa del siglo pasado, reveló un poblado atribuido a la tribu de los Luggones, cuya fundación puede establecerse aproximadamente en el siglo V a.C. y que pervive hasta el II d.C. Esa fundación coincide con el final de la primera fase de poblamiento de la ría de Villaviciosa, encarnada en los castros de Camoca, El Campón del Olivar o la Corolla de Ambás. Cuando estos decaen surge Moriyón.

Es curioso que esté situado más lejos de la desembocadura de la ría y en peores terrenos de cultivo. En ese sentido es mejor Camoca, pero a cambio tenía algo clave, una veta de hierro próxima que nos indica la importancia de este metal en el modelo de poblamiento de la Segunda Edad del Hierro entre los Luggones.

Algunas de las piezas más significativas del periodo castreño transmontano pertenecen a estos castros citados. En Moriyón se detecta una metalurgia del hierro que está emparentada con la de la Meseta a través del complejo Miraveche-Monte Bernorio, con piezas reconocibles entre celtíberos, vacceos y cántabros. La cerámica, de motivos geométricos, es muy típica de este grupo de castros y su subtipo, dentro del Cantábrico se extiende desde el territorio más occidental de los Orgenomescos hasta la Campa Torres o Llagú. Incluso en la desembocadura del Nalón, en el Castillo de San Martín, Fanjul Peraza identificó algunos fragmentos que responden a estas características. Son pastas anaranjadas, con decoraciones incisas y estampilladas, formas globulares y bases rectas.

El castro tiene tres fases de ocupación1. La más temprana corresponde del siglo V al siglo IV a.C. y sólo se pudo detectar en una parte del castro cerca de la muralla, probablemente porque fue arrasada para erigir la segunda fase entre el IV a.C. y el cambio de era. En ella se edificaron viviendas ovales con paredes de entramado y techumbre vegetal. Las paredes con revocado de barro, etc. La muralla debía ser lineal y de menos entidad que la de la segunda fase, donde se aprecia una mejora constructiva a todos los niveles. Una potente muralla de módulos, junto a una serie de viviendas con zócalo de piedra y suelos de mejor calidad que siguen empleando el entramado vegetal y el revocado de barro para las paredes. Se edifican todas en una terraza orientada al sur, protegida de los vientos del Cantábrico principalmente. Desde las elevaciones circundantes es sencillo apreciar por qué eligieron este sitio, bien defendido, bien regado, con hierro próximo y terrenos de cultivo.

La tercera fase de ocupación es la de su declive tras la conquista romana. La muralla ya pierde su significado porque se edifica apoyando las casas contra ella y se deja caer en algunos puntos. El castro no sobrevive al siglo II d.C.
No se puede visitar debido a la maleza y además está en terreno privado (gracias Manuela ;) ). Los vecinos están cansados de los detectoristas por lo que me dijeron. No me extraña. Es un sitio que ya había sido muy saqueado desde el siglo XIX, aún así, aportó una información fundamental para la comprensión del fenómeno castreño de la Asturia transmontana y reveló que había vida más allá de los castros del Eo-Navia :) mérito, sin duda, de su excavador y el equipo liderado por Camino Mayor.
Las vistas son espectaculares incluso antes de llegar al castro.

Bibliografía
- Camino Mayor, J. (1995). Excavaciones arqueológicas en castros de la ría de Villaviciosa: apuntes para una sistematización de la Edad del Hierro. Excavaciones arqueológicas en Asturias 1991-94. ↩︎