Sois muchos los que me pedís que os recomiende visitas a lugares arqueológicos. Me parece una buena idea, pero la mayoría de veces voy a sitios que no están preparados para recibir turistas. Sin embargo el otro día fui a un sitio que os tenía que enseñar. Se trata de «as covas da Andía» (las cuevas de Andina), un paisaje de ensueño y arqueología que se encuentra en el occidente asturiano, en el concejo de El Franco.
El lugar, que es Monumento Natural desde 2002, sólo se puede visitar con guía y previa reserva. Se trata de una pequeña ruta (en total unos 2km), ideal para ir con niños, dentro del parque arqueológico del Navia. No admiten perro aunque en la página del ayuntamiento no está indicado, y deberían. No está adaptada para personas con movilidad reducida ni sillas de ruedas.
Conozco el sitio desde hace mucho tiempo. Creo que la última vez que estuve allí era yo un adolescente a principios de los 90. Acababa de leer el Clan del oso cavernario y tenía un flipe que no veas con las cuevas. (Poco sabía yo que allí de Paleolítico poco). Me llevaron a un lugar completamente salvaje en el que apenas se oía nada aparte del murmullo del agua del río Mazo, y el canto de los pájaros.
A medida que te adentrabas en aquella selva, las formas caprichosas de las rocas perforadas por el agua iban formando un paisaje retorcido, verde y mágico. Era como entrar en otro mundo. Recuerdo incluso haber pasado por algún apuro para acceder a algunas zonas. Ya de aquella se comentaba que en una de las cuevas se había encontrado un esqueleto que había sido notificado a la Guardia Civil. Nunca se supo más de él, ni si era antiguo o si era de la guerra. Quizá era una leyenda urbana, pero lo que estaba claro es que ya se percibía ese ambiente relacionado con lo antiguo que lo impregnaba todo. Me contaron que las cuevas las habían hecho «los moros» cómo no.
En esta visita reciente pude percibir que el lugar había cambiado profundamente. En la actualidad es una ruta turística bien definida. En realidad son dos, con un camino bien señalizado y del que no puedes salirte. Es casi mejor, ya que así se protege el lugar y tienes una buena perspectiva para hacerte la foto de turno. El paisaje mantiene ese aire a bosque atlántico. Cada poco tienes cartelitos con las especies que estás viendo, y unas bonitas barandillas y escaleras de madera que te ayudan a hacer la senda… 🙂
En las 12 hectáreas que ocupa se puede apreciar muy bien la huella del laboreo minero en la zona, muy intenso en la costa occidental de Asturias. Os recomiendo que visitéis las minas de Salave, otra ruta sencilla. El paseo se hace en los huecos que quedaron tras destruir el monte con potentes avenidas de agua desde las alturas circundantes.
Es ideal por la fauna y la flora, esta última una mezcla de especies atlánticas y mediterráneas que se dan bien gracias a la cercanía de la costa y la protección del valle. En realidad, como os digo estamos en un espacio moldeado por el agua durante siglos.
Os dejo un enlace con información práctica de cómo llegar, horarios y precios.
Y algunas fotos de lo que os vais a encontrar:
