Hoy os hablo de dos localidades que se encuentran en la costa oeste de Bretaña. Al menos Quimper es para mi una de las imprescindibles del país. Es de los sitios donde más sensación tuve de haber encontrado lo que buscaba en esta parte de la Céltica. Es un conjunto de cosas, no solamente por sus pastelerías repletas de Kouign amann y macarons :D, sino por su arquitectura medieval que es una maravilla, o por la catedral de San Corentin, que te va a sorprender, aparte de por lo bonita que es, por sus características.
En Concarneau me pasó al revés. Tenía muchas expectativas puestas en ella, y me encontré un lugar repleto de tiendas para turistas y francamente poco más. La arquitectura es bonita, pero no espectacular, y la sensación de estar recorriendo un parque temático me decepcionó un poco. Así que os voy a hablar de un poco de cal y otra de arena en este post.
Quimper la capital de Cornouaille
Lo cierto es que los romanos ya consideraron que Locmaria, la zona portuaria originaria de la ciudad, era perfecta para establecer un puesto comercial.
En bretón se llama Kemper, y si os acordáis de la leyenda de la ciudad de Ys que os conté cuando estuvimos en Douarnenez, os diré que la tradición dice que después de que se hundiera la ciudad en la mar, el rey Gradlon eligió Kemper como la capital de esta región, que se llama Cornouaille. Allí vivía San Corentin, que nació en torno al 375 en estos territorios. El santo ermitaño fue el primer obispo de la diócesis de Kemper, nombrado por el rey y murió en la ciudad en el 453.
La pequeña iglesia de Corentin pasó a ser una catedral Románica con el tiempo, y en el siglo XIII comenzó la edificación del actual templo que puedes visitar. El Santo está enterrado bajo el altar principal.
El edificio más significativo del casco antiguo es la gran catedral que se terminó en el siglo XVI. De esa época es la extraordinaria cantidad de casas tradicionales del casco histórico, que se encuentra en las inmediaciones de la catedral y también en la zona portuaria.
Quimper tiene una cerámica muy característica, una loza que empezó a fabricarse en el siglo XVII y que sigue fabricándose gozando de una buena salud. La verás por montones de sitios aquí y en otras zonas de los alrededores. También son famosas las navajas y cuchillos de esta zona (Cornouaille)
Una curiosidad, esta ciudad está hermanada con Orense.
Concarneau
Después de comer en Quimper nos dirigimos a Concarneau, concretamente a la ciudad amurallada. Antes de seguir os aviso que es uno de los sitios más visitados de Francia, es decir, hay toda la gente que quieras y mucho más. Y está preparado para ello precisamente. Es un buen lugar para hacer compras de recuerdos, eso si, porque está repleto de tiendas, quizá fue lo que me echó para atrás de este sitio, pero aun así tiene su encanto.
Es un islote completamente rodeado de muralla al que se accede por un puente (si vas a la hora adecuada puedes hacer unas fotos preciosas ahí). Hay dos puertas para entrar en la Ville-close.
Yo os dejo las fotos y vosotros diréis, pero personalmente me quedé con las ganas de saborear un poco más la vida diaria de este sitio, que es uno de los mejores puertos pesqueros de toda Bretaña. De hecho creo que una de las atracciones es la descarga de pescado pero hay que estar a la hora (al anochecer en verano).
Lo turístico como digo es la ciudadela, y ésta tiene un encanto diferente, pero si quieres verla con poco agobio tiene que ser por la mañana, y yo fui por la tarde, así que mala suerte.
Con unas bolsas de recuerdos para la familia nos dirigimos a nuestra próxima etapa, que comenzaba en un sitio con mucho encanto, la península de Quiberon, a la que pusimos rumbo para pasar la noche con el objetivo de visitar dos de los lugares que más tenía ganas de ver en Bretaña… los alineamientos de Carnac y el bosque de Broceliande, pero eso lo dejo para otro post.
