Estamos quizá ante uno de los investigadores que más ha influido en la manera en la que conocemos el pasado y tradiciones de Asturias. Aurelio de Llano (1868-1936) fue un incansable buscador de esas pequeñas historias que constituyen la esencia de un pueblo. Escritor, folklorista e intelectual en un sentido pleno de la palabra, dedicó la mayor parte de su obra a la recopilación y difusión del folclore asturiano, algo esencial para transmitir y preservar este legado. Me atrevo a decir que sin su obra, nos habríamos perdido una gran parte de este conocimiento.
Nació en Caravia y realizó sus primeros estudios en la Escuela de Facultativos de Minas y Fábricas, en Mieres. Su posición le permitió dedicar gran parte de su tiempo a la arqueología y estudio del folklore. Su trabajo en varias fábricas asturianas le permitió conocer en profundidad la Asturias de su tiempo.
Sus primeros artículos en el Carbayón y El Correo de Asturias se publican en 1903 y no será hasta 1916 cuando oriente su producción literaria hacia el folklore y la etnografía así como a las nuevas técnicas en arqueología que quiso aplicar al territorio astur.
Su primera excavación fue en la iglesia de San Miguel de Lillo en 1916 de la que publica una memoria «La iglesia de San Miguel de Lillo» en 1917. Posteriormente realizó la intervención en el Picu’l Castru de Caravia en 1918. El trabajo efectuado en los castros de su concejo natal aún sorprenden por su calidad y por lo afinado de sus interpretaciones.
En esos años, cuando ya vive en Oviedo, en Villa Ubalda, pone en marcha junto con el conde de la Vega del Sella o Juan Uría Ríu el organismo precursor del RIDEA, el Centro de Estudios Asturianos del que fue el primer presidente en 1921. No fue el único cargo que desempeñó. Fue delegado regio de Bellas Artes en la provincia de Oviedo (1919), académico correspondiente de la Real Academia de la Historia (1919), de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1921), de la Real Academia Española (1922), y de varias Academias extranjeras: Real Academia de las Ciencias, Bellas Letras y Artes de Burdeos, del Instituto Arqueológico de Berlín, etc. Mantuvo relaciones con intelectuales como Ramón Menéndez Pidal, Manuel Gómez Moreno, Elías Tormo, Hugo Obermaier, Fritz Krüger, y otros. Dedicó parte de su tiempo a la preservación del legado documental acumulado por sus antepasados que desempeñaron cargos como jueces y regidores del concejo de Caravia desde el siglo XVI.
Sin embargo su labor como folklorista es la que le ha hecho pasar a la historia como uno de los investigadores más influyentes de Asturias. Una muestra temprana es «El libro de Caravia«, 1919, una obra que conjuga la investigación arqueológica con el estudio etnográfico y folklórico. En 1921 publica «Del Folklore Asturiano: Mitos, supersticiones, costumbres» auténtica obra de referencia para la mitología de la región. En 1924 publica «Cuentos asturianos recogidos de la tradición oral» a través del Centro de Estudios Asturianos. «Bellezas de Asturias» publicado en 1928 es una recopilación de datos curiosos, fotografías y tradiciones en la que hace gala de su capacidad narrativa legándonos una auténtica guía de viaje por la Asturias de principios de siglo.
Quizá relacionado con su pasado político que le llevó a militar en las filas socialistas a comienzos de siglo, en 1935 publica su última obra «La revolución en Asturias, octubre 1934 : pequeños anales de quince días«. Murió en Madrid en noviembre de 1936 tras el inicio de la Guerra Civil.
