En 2020 dediqué un par de artículos a investigar la leyenda de la ciudad sumergida de Arxentola, en Asturias. Hoy, con motivo de preparar un nuevo episodio para el podcast, os traigo un compendio de aquel trabajo con algunos datos adicionales.
En definitiva lo que os voy a contar es la investigación que hice en busca de información sobre esta ciudad y sorprendente conclusión a la que llegué. Si queréis escucha el capítulo en vez de leer el artículo, id abajo del todo 🙂
Descubriendo la leyenda de Arxentola
La primera vez que hoy hablar de la leyenda de Argentola creo que fue a Bras Rodrigo, a nuestro famoso gaitero. Había compuesto una pieza que llevaba por título Arxentola, os recomiendo que la escuchéis porque es una maravilla.
Me llamó la atención porque Bras contaba la historia de una ciudad sumergida en la boca de la ría de Avilés. Yo la desconocía por completo, sin embargo sí que conocía otras leyendas que había ido escuchando y de las que me había interando en algunos de los viajes que había hecho, por ejemplo por Bretaña o por Galicia. Pero me llamó la atención que tuvieramos un al lado de casa y la verdad es que no la conocía. Por tanto me puse a investigar cuál era el contenido.

La narración de la historia que yo sigo es la de José Manuel Feito. Para los que no lo conozcan era el párroco de Miranda. Era un señor nacido en Somiedo y que tenía gran conocimiento de tradiciones asturianas, le gustaba recoger leyendas y también era un experto en Alfarería.
Supongo que la leyenda llegó por la proximidad al sitio donde desempeñaba su labor y la publicó en el año 2008. No fué el único. Pasado el tiempo y hablando una vez con Alberto álvarez Peña, mi compañero de Belenos, me comentó que también había recogido la leyenda directamente en el entorno de San Juan de Niva. Y además la leyenda que la había recogido era bastante más concisa y probablemente más cercana a la realidad de lo que se transmitió realmente a lo largo de los siglos. Probablemente la historia que recoge Feito está bastante adornada como vais a ver ahora. De cualquier manera me resultaba muy interesante porque me permitía ver de qué manera se van creando en las historias y cómo van absorbiendo otros relatos y otras tradiciones locales y van conformando a ese relato que luego es el que se transmite.
Una leyenda más de ciudades sumergidas en la Céltica
Decía Feito1 que a él la historia se la contó un pariente lejano de una señora llamada Sofia Alvaro de Casa Pina que vivía en San Juan de Niva. Él pensaba que Sofia probablemente era la última testigo de una tradición perdida y que había sido rescatada de lo olvido gracias a esta narración que le hicieron.
De todas formas ella solo recordaba la noticia de un pueblo sumergido bajo las aguas. Esos datos son los que ella había oído a su vez a sus abuelos. Esa es la cadena de transmisión oral. El resto de cosas que aparecen en la historia, decía Feito y yo creo que con buen criterio, que eran un acopio de rumores, de añadidos que no tenían mucho que ver con la leyenda original.
Vamos a ver de qué manera podemos verificar si esto es cierto o no, que era realmente la trama de la pequeña investigación que yo hice para escribir mi artículo.
Bueno, concretamente la leyenda dice que hace muchos años existió una ciudad amurallada que estaba en la entrada de la Ría de Aviles.

Su nombre era Argenteola. Feito la describe como un pueblo de pescadores típico, callejuelas estrechas, casas acurrucadas en torno a una colina. Había en las proximidades un castillo y también había conventos que las campanas pues bueno ponían esa banda sonora a todo este idílico paisaje que nos relata.
Un buen día llegaron a este lugar unos artesanos que iban buscando trabajo, venían de muy lejos y quizá de tierras pues bueno donde dice el parro, donde aún se adora el fuego. Decían conocer el arte de fabricar campanas, detallar la piedra, trabajar el bronce, el cobre, el hierro. En realidad buscaban también un lugar donde hospedarse y un taller donde llevar a cabo su labor.
Pues lo de siempre, alimento, cobijo y bueno pues integrar su poco en esa comunidad. Sin embargo como suele pasar, nadie les prestaba oídos. Por las calles los niños se reían de cómo iban vestidos, la gente se reía su paso, dice Feito Les llamaban Coracas, un término despectivo con el que se reían indiscriminadamente de los recién llegados de otras tierras. Ellos deambulaban de un sitio para otro en silencio y se albergaban donde les era permitido. Sin embargo fuera de Argenteola, como os dije, en lo alto de una roca había un castillo al que una tarde se acercaron para ver si podían trabajar allí, expulsieron sus planes de trabajo al señor del castillo y les agradó tanto que les permitió trabajar allí bajo vigilancia, pero les proporcionó un cobertizo que estaba debajo de la torre principal que mira al mar.
Era tal la pericia en el trabajo de estos dos artesanos que pronto las campanas que habían hecho esparcieron por la comarca su fama. Había gente que decía que eran ángeles del cielo y que venían a enseñar a los humanos el arte del fuego. Otros decían que eran unos advenedizos que seguramente se habían escapado de algún sitio y quizá del infierno porque tal era el manejo y pericia que tenían con el fuego.
Una noche de noviembre en la que el mar bramaba, el típico temporal de la Atlántico hacía que el viento tan fuerte moviera las campanas de los monasterios. De repente pasó algo extraordinario.
Las fuentes de Argenteola empezaron a echar agua roja, como sangre. De hecho se tiñó de escarlata el río Neva que cruzaba el poblado y la tierra comenzó a temblar. La gente corría despavorida bajo la lluvia torrencial en medio del temporal, rayos, derrumbamiento de casas, no encontraban ningún sitio donde aguarecerse o donde huir… Y de repente la ciudad comenzó a hundirse. Se comenzó a hundir como si fuera un barco en medio de la ría. Bajo el fulgor del rayo y los desgarradores gritos de sus habitantes, la ciudad se sumergió arrastrándolos a todos.
Cuando cesó el terremoto y amainó la tormenta, de la ciudad solo quedaban maderas y cadáveres flotando sobre la ría de Avilés. Argentola había sido tragada por el mar y yacía sepultada para siempre en el fondo de la ría. Dice una cosa Feito que me resulta interesante.
Dice:»una ría que llegaba hasta los pies de un alto monte, el monte de la luz en Avilés, donde se rendía culto a la fecundidad y al sol y al fuego desde lejanos tiempos». Bueno, vais a ver, cuando analicemos un poco la historia, que Feito intercala un montón de cosas que yo creo que fue recogiendo de la tradición oral. Pero no desapareció todo debajo de las aguas sigue diciendo, se salvaron algunos arrabales de otro poblado cercano, Noega, donde hoy se levanta parte de San Juan de Nieva2.
También se libró de la catástrofe, un convento cercano a la ciudad y el castillo que había acogido a los dos huéspedes. Cuando abrieron el taller, después de varios días, lo encontraron intacto, todavía había campanas a medio fundir, un gran capitel romano, pero los misteriosos artesanos habían desaparecidos y nadie más supo de ellos. Para finalizar la historia dice, «hasta no hace mucho, poco antes de empezar la nueva industria, las noches de San Juan en las que había Luna llena, aún era posible distinguir en el fondo de la ría, torres almenadas, campanarios y castillos».
También se podía escuchar el tañer de las campanas a los lejos, mezclando su sonido de bronce con el lejano repiqueteo de las olas sobre el acantilado.
Diseccionando la leyenda
Bueno, la historia, la verdad es que es bonita y tiene su encanto y tiene además varias cosas muy interesantes, hay mucho más de lo que veis en esta simple narración. Me puse a analizarla, a desmenuzarla un poco, diseccionarla y me empezaron a llamar la atención varias cosas.
La primera, fue el propio nombre de la ciudad, es una ciudad que yo la conocía, ya que aparece citada en la geografía de Ptolomeo. Y lo cierto es que es extraño porque es una ciudad que no está para nada en la costa, sino que se encuentra muy cerca de Astúrica Augusta, de Astorga, y posiblemente estamos ante la capital de la Civitas Luggonum de los astures cismontanos.
Otra cosa que me llamé la atención fue la propia historia en sí. Las leyendas de ciudades sumergidas, como os digo, son muy habituales en la costa atlántica europea, sobre todo en los finisterres, y tiene mucho que ver con la tradición celta. De hecho, si cogéis cualquier libro de mitología celta os vais a encontrar con una leyenda que habla de una ciudad sumergida, se llama la leyenda de la ciudad de Ys. Y yo tuve la suerte de visitar el sitio, el escenario real donde se generó esa historia en el siglo XII, donde está ubicada en la leyenda la ciudad sumergida.

Nos encontrábamos en 2019 haciendo un viaje por Bretaña y para camino de la Pointe du Raz, en esos cabos que forman el morro de Bretaña, e hice una parada en un sitio que se llama Douarnenez. Es un sitio guapísimo, un sitio pesquero, con una importancia para la pesca y las conservas enorme, es un sitio que tiene cuatro puertos, para que os hagáis una idea. Y está ubicado el pie de una ensenada bastante grande y muy rica en pesca.
Ahí está el epicentro de esa leyenda que os digo que os vais a encontrar en cualquier libro de mitología celta, que narra la leyenda de la ciudad de Ys. Era una ciudad también de grandes murallas donde gobernaba un rey, el rey Gradlon, y la ciudad tenía unas llaves de oro. Esas llaves custodíaban o abrían o cerraban unas enormes compuertas que protegían a esta ciudad del envite de las olas y de las grandes marejadas del oeste, que aquí son espectaculares.
El mar de Iroise es una bestia, pero de cuidado. También hay unas mareas enormes y lo cierto es que tiene mucho sentido que lo caractericen así. La ciudad quedó maldita porque la hija del rey, Dahut, tenía fama de ser un poco disoluta.
Entonces parece que ella corrompió a la ciudad y a sus habitantes. Y luego al final fueron castigados por la soberbia y por el egoísmo. Robaron las llaves y abrieron las puertas de las compuertas que protegían a la ciudad y la mar entró y se los llevó a todos.
Fijaos en lo que os acabo de decir, es otro caso muy parecido al de nuestra leyenda de Argentola. La gente se portó mal con los extranjeros, en este caso la gente se volvió muy poco casta, muy poco pía y al final fueron castigados. Siempre hay una causa que es el pecado, siempre es una causa que es la maldad de la gente, siempre la mar viene a ser lo que purifica como el gran diluvio universal, para que os hagáis una idea.
Ya para rizar el rizo pues a los dos meses de haber estado en Bretaña me encontraba rodando por la costa gallega y estaba cerca de Monte Louro. Allí me enteré que también existía una leyenda de una ciudad sumergida. En este caso se trata de una pequeña laguna que se forma por la desembocadora de un río en la zona de Area Longa, justo a los pies de Montelouro como os digo. Es uno de esos sitios que está repleto de leyendas, es una maravilla de lugar, es precioso además.

Bueno la cosa es que cuenta la leyenda que en a lagoa das Xarfas, hay una ciudad sumergida porque los habitantes de esa ciudad se volvieron egoístas y desviaron el río para su propio beneficio dejando sin agua los demás. El propio río se encargó de llevárselos por delante.
Al igual que en Argenteola y al igual que en Ys en Bretaña, en esta ciudad cuando llegan los grandes temporales y arrepicar las campanas todavía de la ciudad sumergida. Aquí se unen una serie de ideas, una serie de conceptos que están muy presentes en esa mitología. Por ejemplo se suele oír repiquetear esas campanas en noches concretas, en la noche de difuntos, en la noche de San Juan.
Bueno seguí analizando la historia y me pareció que había rasgos en común con otras leyendas. Por ejemplo los extranjeros que llegan a la ciudad, que son un tema muy recurrente.
La llegada de un extranjero a un lugar con una serie de habilidades nuevas suele ser interpretado como la llegada o el descubrimiento de una nueva tecnología a un pueblo. Es una manera bastante común de expresar en el mito. Sin embargo esta tiene paralelismos muy concretos con cosas que vemos en la Edad Media en Asturias.
Os sonará a todos la leyenda de la cruz de los ángeles que aparecen el escudo de la ciudad de Oviedo. Esta leyenda fue recogida en la obra del Obispo Lucas de Tui y dice que Alfonso II el Casto, nuestro rey de la monarquía esturiana, quería regalarle a la iglesia de San Salvador de Oviedo, una cruz de oro y piedras preciosas. Un día después de haber asistido a misa y cuando llegó al palacio se le aparecieron dos ángeles en forma de peregrinos que le dijeron que eran orfebres.
El rey, según recogen la leyenda, quedó fascinado y les entregó oro y piedras preciosas y les proporcionó una casa a fin de que pudieran trabajar sin ser molestados. Lo cierto es que el rey les estaba vigilando para saber que clase de individuos habían sido aquellos a los que les había dado el oro y demás. Así que envió a varios guardas, uno tras otro para que viesen lo que iban haciendo los orfebres.
Los servidores del rey, cuando llegaron al taller donde trabajaban los artesanos, vieron que había un gran resplandor dentro que impedía contemplar lo que allí ocurría y fueron a decirselo al monarca. En persona fue a la casa donde había trabajado los orfebres y la encontró vacía, aunque en ella había una cruz que brillaba intensamente. Alfonso II tomó la cruz y según dice la leyenda la llevó a la iglesia de San Salvador, donde la depositó en el altar.
Como veis el paralelismo con la historia de Argenteola es muy similar, aparecen dos extranjeros que conocen el arte del metal y del fuego, los dos desaparecen misteriosamente. Bueno, es bastante posible que la leyenda que recogió Feito y esta estén conectadas de alguna manera. No quiero entrar a determinar cuál es más antigua, pero es probable que sean una versión extendida y otra resumida de la misma historia.
Además, en el caso de la cruz de los ángeles, se especula con que también fueran extranjeros y, bueno, ya dice que eran peregrinos, pero se especulaba con que fueran orfebres, lombardos llegados de la corte de Carlomagno, con el que Alfonso II tenía buenas relaciones diplomáticas. Nos da una idea de que es una leyenda antigua, que por lo menos anterior al siglo XVII y seguramente de época medieval aunque pudo incorporarse en tiempos más recientes como vamos a ver.
Otro elemento que resulta llamativo de la historia es la presencia del castillo cerca de la ciudad.
En las inmediaciones de la bocana de la Ría de Avilés, había dos castillos, uno el de San Juan de Nieva y otro el castillo de Gauzón.
Especialmente a finales del XVI y comienzos del XVII el gran enemigo naval de los puertos del norte fue Francia. Aunque a finales de este periodo la Corona armó una marina de guerra encargada de la protección de los barcos que llegaban cargados de metales preciosos de América para defenderse del corso, tenía su campo de actuación en el Atlántico, entre Azores y la Península, pero no navegaba por el Cantábrico, donde había operado la pequeña armada de Carlos I, debido a que estaba fuera de su jurisdicción. La consecuencia directa de esta política era que los corsarios, sobre todo franceses, ponían en peligro tanto a los barcos como a las villas del Cantábrico, pero también a los navíos extranjeros que transitaban por ellas.
Por estas costas pululaban figuras como el temido “pie de palo”, François de Leclerc, capitán de la marina francesa con una azarosa vida y sucesivos cambios de bando entre Francia e Inglaterra, algo común en la época. Corsario al servicio de la corona gala que puso en serios aprietos a un buen número de naves de todas las nacionalidades, y que se hizo con botín tanto en el Cantábrico como en las Islas Canarias y el Nuevo Mundo. De hecho su hostigamiento a las naves comerciales cantábricas llevó a Pedro Menéndez de Avilés, almirante de una de las flotas de protección de las naves procedentes de América, a intentar darle caza lo antes posible temiendo, como ocurrió, que saltara más allá de Finisterre en busca de los preciosos cargamentos de los galeones españoles procedentes de América.
En la desembocadura de la ría se ubicó una de las fortalezas que cumplía esta posición defensiva. Quizá sus ruinas pasaron a formar parte de la leyenda.

Por otro lado, en el castillo de Gauzón es donde fue forjada la Cruz de la victoria, esto ya se da como por un hecho semi-agendario y real. La cruz de la victoria fue ordenada hacer por el rey Alfonso III y su esposa Jimena en el 908.
Lo que os quiero decir con esto es que en más o menos me iba dando cuenta de que dentro de la historia de Argentiola se iban concentrando otras historias que han ido de boca en boca por las Asturias de distintos siglos.
Un hecho histórico real, el terremoto de 1755
La confirmación de que incorporaba relatos que podían ser históricos me llegó cuando descubrí esta información que hace referencia a una especie de tsunami en 1755 en Avilés. Además, este hecho tiene mucha relación con la historia puesto que precisamente sucedió en noviembre, el día de Todos los santos y tiene una serie de características que aparecen recogidas en la propia leyenda.
Siendo la leyenda de Argentola en esta ciudadtiene mucho sentido que está este relato histórico quedara incorporado como vais a ver. Realmente, el acontecimiento que cuenta el escribano de la ciudad, Francisco Fernández Reconco, es el terremoto de Lisboa de 17553. Y lo cuenta de esta manera, os lo voy a leer literalmente.
En el día de Todos Santos de este año de 1755 que nuestra Madre la Iglesia celebra de precepto, estando el día muy claro, sosegado en calma y sin vientos, siendo entre diez y once de la mañana, se reconoció un temblor de tierra en esta villa, y después por noticias que vinieron fue general en todo el mundo […] En cuya ocasión, yo, Francisco Reconco, estando en la plaza mayor de esta villa, frente a la torre del reloj de ella, no siendo horas de dar campanadas, y con el motivo de este temblor, le oí dar siete campanadas chicas. Y de allí a una hora y media vi que los caños de esta villa, con el motivo de remudarse la tierra en su centro, se puso el agua por espacio de más de cinco horas más revuelta y turbia que el barro colorado, pues algunos decían que era sangre. Muchos vecinos de esta villa se salieron de sus casas, juzgando que caían sobre ellos, dando voces. En cuya ocasión estaba la ría vacía del todo, y en el pozo, junto a la puente, se levantó o vino del mar alta un golfo de agua que obligó a flotar los navíos que allí estaban y se dieron unos con otros y dentro de un cuarto de hora volvió a quedarse en seco toda la ría.
La descripción que hace el escribano parece que es precisamente eso, una bajada súbita del nivel del agua de la ría, que la vacía y cómo vuelve a entrar otra vez. A su manera, lo que está describiendo es un tsunami consecuencia del terremoto que describe. Un terremoto que puede provocar precisamente ese efecto, que las aguas se tigan de color rojo como si fuera sangre.
Algunos de estos elementos, como el tañido de las campanas, sin ser la hora, el que los edificios se derrumbaran, el miedo y que las fuentes empezaran a manar sangre, quedan recogidos en la leyenda de Argentola, como podéis ver en el relato de Feito. Y yo creo que tiene todo el sentido, pues que un hecho traumático, como este, hubiera quedado incorporado a una leyenda de una ciudad que se hunde.
Así que, resumiendo un poco lo visto hasta ahora, nos encontramos con una leyenda original, una leyenda de la Europa céltica que habla de ciudades sumergidas. A esta leyenda se incorporaron otra serie de relatos que ya circulaban por Asturias desde época medieval, como la llegada de los supuestos ángeles, esos artesanos que tenían unas capacidades extraordinarias de transformar el metal. Y por último, seguramente ya en una época tardía se incorpora el relato de las fuentes manando sangre y del terremoto, que quedó asociado también a esta leyenda que de por sí ya es bastante terrorífica. La presencia del castillo defensivo de época Moderna en San Juan de Nieva, cuyo nulo mantenimiento por parte de la Corona lo mantenía en ruinas, incorporaba el paisaje perfecto.
Sin embargo, me quedaba todavía por saber por qué habían situado Argentiona en la ría de Avilés cuando según Ptolomeo era una ciudad del interior.
Y lo encontré, lo cierto es que lo había dejado recogido José Manuel Trelles4 en 1786 en la Asturias Ilustrada.
Augberro, en el cathalogo que hizo en su Cronicón de los maryres de esta persecucion, al año 300 dice: En Asturias, en la Ciudad llamada Argenteola, los fortissimos martyres Saturnino, Theophilo y Revocata: de estos mismos martyres de Argenteola hace mencion Flavio Dextro, bien que se encuentra la diferencia, de que en unos Codices se cuenta su martyrio al año 300 y en otros al año 301. sus palabras son: En ARgenteola en las Asturias, […]. Este mismo Martyrio le refiere Liberato Obispo de Girona…Y valiendose de estas Authoridades y otras, el Martyrologio Español a 6 de febrero dice: En España, en Argenteola de Asturias, otros Santos, cuyos nombres son Theophilo, Saturnino y Rebocata Martyres, que con la sevicia de diocleciano, y Maximiano Emperadores, fueron descubiertos por la Solicitud de Daciano Presidente, y Encarcelados, y con varios tormenos perseguidos, por la confesion de la Fe y defensa del Evangelio, a la Corona del Martyrio inclitamente llegaron. Qual sea en Asturias esta Ciudad de Argenteola, en donde padecieron estos Martyres probando que es la que oy llamamos la Villa de Avilés, y assi resulta de Claudio Tholomeo, de cuya autoridad se vale el Martyrologio, para assegurar, ser Avilés lo mismo que Argenteola, y de la misma manera lo asseguran el Maestro Vivar, el Padre Henao y otros, aunque Ortelio con error cree, que Argeteola es lo mismo que oy Medules o Mieres
Lo que recogé Trelles es una tradición medieval o moderna, que se parece mucho a otras, que llevaron a confundir algunos lugares que están situados al sur de la cordillera con otros lugares al norte de la misma.
Por ejemplo, un caso muy elocuente lo tenemos cerca de Oviedo, en el Picu Llanza que está entre Rivera de Arriba y el Concejo de Oviedo, de hecho la mitad del castro es de Oviedo y la otra mitad del otro concejo. Este castro fue considerado durante mucho tiempo como Lancia. Hoy sabemos que Lancia no puede estar al norte de la cordillera cantábrica, de hecho si lees atentamente a Ptolomeo te das cuenta de que tampoco, porque está unas pocas millas de Legio y Legio sabemos de sobra donde estaba. Sin embargo, en el siglo XVIII y en el siglo XVIII incluso son varios los autores que identifican estos lugares con lugares del norte.

Conclusiones
Bueno, en definitiva, en mi opinión lo que pasó fue que desde época medieval la confusión provocada por la conversión de las coordenadas de Ptolomeo llevó a situar una ciudad real, la Argentiolum romana, una otra que estaba en una de las vías principales cerca de Asturica Augusta.
Luego, poco a poco se fueron incorporando a una leyenda local, a una leyenda que es así es auténtica. La leyenda de las ciudades sumergidas que, como os digo, es muy frecuente en todos los finisterres atlánticos, se lo fueron añadiendo diversos relatos, incluido pues el fatídico de remoto de 1755.
Y hasta aquí llegó mi investigación. Con motivo de la publicación del artículo en Céltica, todavía me contactó a una persona que se acordaba de que le habían contado esa misma leyenda, y seguramente aunque vayan quedando menos, seguro que hay gente que todavía todavía la recuerda. Espero que gracias al trabajo de Feito, Álvarz Peña todo el mundo acabe conociendo una leyenda que la verdad es preciosa y tiene esa peculiaridad, que incorpora una serie de detalles que son la mar de interesantes. Mi inestigación intentó ponerle un poco de verosimilitud a un mito, si es que es posible hacer eso.
Os dejo el episodio 8 del podcast de Astures donde hablo de este tema.
Notas y Bibliografía
- FEITO, Jose Manuel (2008) El mundo mágico de la isla de San Balandrán. [https://mrbit.es/miranda/SANBALANDRAN.htm] ↩︎
- La ubicación de Noega siempre ha sido objeto de debate. Feito la posiciona en la ría de Avilés, siguiendo a una parte de la historiografía regional. Su ubicación ha ido moviéndose desde esta ría hasta la de Aboño y la de Villaviciosa. ↩︎
- BARAGAÑO, Ramón (2010) Terremotos en Avilés (Siglos XVI-XX). El Comercio, ed. 13-3-2010. ↩︎
- TRELLES VILLADEMOROS, Joseph Manuel (1786) Asturias ilustrada : origen de la nobleza de España, su antigüedad, y diferencias : dividida en tres tomos (1736-1739). Madrid ↩︎



