Mujer en una calle de Val.le de Lago, Somiedo (Asturias) a comienzos del siglo XX. Foto J. Caro Baroja
Mujer en una calle de Val.le de Lago, Somiedo (Asturias) a comienzos del siglo XX. Foto J. Caro Baroja

Uno de los temas más interesantes de estudio a la hora de determinar lo que sobrevive de la cultura astur tras la dominación de Roma del territorio, es la de la pervivencia de la lengua que algunos autores han denominado «astúrico»1. Parece lógico pensar que la lengua que hablaban los astures no desapareció de la noche a la mañana tras la conquista y que el proceso de comunicación entre dos mundos, antagónicos, tuvo que ser el de un largo y complejo periodo de conformación del nuevo horizonte lingüístico astur.

Implantación del latín vulgar

La formación de las lenguas romances, entre las que están el gallego, asturianu o el castellano, parece confirmarnos que la imposición del latín por la potencia extranjera, fue total, al menos en los ámbitos del control militar inicialmente y se extendió con el desarrollo de la administración por todo el territorio. Sin embargo no estuvo exento de préstamos, de palabras y de estructuras lingüísticas que pertenecían a las lenguas prerromanas.

Un ejemplo muy sencillo de entender lo explica Ana María Cano2 en este clásico artículo que os dejo en la bibliografía. La lengua gallega de hoy en día conserva cuatro grados de apertura vocálica igual que la lengua galaica prerromana, lo que permitió que las conservaran tras la introducción del latín en su territorio que también las tenía. Por eso hoy en día en gallego existen las palabras «óso» con significado de hueso y «oso» haciendo referencia al animal. Sin embargo, la lengua astur y la cántabra, que darían lugar al Asturianu y al castellano principalmente, sólo tenían tres aperturas vocálicas por lo que no era posible distinguir palabras como «solum» de solo o «solum» de suelo por lo que se hizo necesario cambiar esa vocal larga por la construcción «ue».

Me parece interesante apuntar que el latín que llega a los distintos territorios de la península tampoco es unitario y sincrónico. Por ejemplo, el latín introducido en la Bética al comienzo del proceso de conquista de Hispania en el 200 a.C., de época republicana, no es el mismo que llega casi en el cambio de era cuando se conquista el norte del territorio en el 19 a.C. Quienes hablan ese latín tampoco son los mismos, siendo el ejército el principal agente de difusión del latín en una fase inicial entre los astures, compuesto por unidades militares de distintas procedencias dentro de los límites del imperio. Ni siquiera la implantación del latín, igual que pasa con el castellano en tiempos más recientes, es igual en los núcleos urbanos que en las zonas alejadas de estos lugares.

Los astures, además, se acercan a ese latín acomodándolo a sus esquemas lingüísticos propios y esa aproximación que, insisto, no es una sustitución rápida ni corta y que tiene como fruto las distintas variaciones que vemos entre las distintas lenguas romances que surgen en los territorios bajo el dominio romano.

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Un ejemplo de pervivencia, la toponimia

Tenemos un ejemplo en la toponimia, uno de esos «fósiles» lingüísticos en el paisaje que nos permiten comprobar que, algunos nombres de lugares actuales se remontan a una época anterior a la conquista romana y la adopción del latín por los habitantes de la región. Estos nombres pueden ser atribuidos con cierta probabilidad a hablantes de lenguas indoeuropeas que habitaban en el actual territorio de Asturias. La persistencia de estos topónimos sugiere un período de bilingüismo entre los antiguos astures, quienes, tras la romanización, continuaron utilizando su propia lengua junto al latín para nombrar lugares y personas.

Con el tiempo, al perderse el uso de su lengua original, los astures romanizados transformaron los topónimos que ya no comprendían, sometiéndolos a un proceso de latinización que modificó en mayor o menor medida sus rasgos fonéticos y morfológicos originarios.

Debemos ser cautos, uno de los investigadores clave en esta parcela de la lengua, Martín Sevilla3, nos previene sobre qué debemos considerar topónimos prelatinos; «pueden considerarse como debidos a hablantes de una lengua indoeuropea prelatina aquellos topónimos que puedan derivar de nombres de pueblos o tribus de cuya presencia en el actual territorio de Asturias tengamos conocimiento por fuentes históricas (p.ej. Lugones). Del mismo modo, también se incluyen aquellos que puedan derivar de teónimos (nombres de deidades prerromanas conocidas, p.ej. Aramo), siempre que dichos nombres deban su filiación lingüística a una lengua indoeuropea prelatina. Esto se debe a que tales gentilicios o teónimos no pueden deberse, en principio, más que a hablantes de dicha lengua.»

Al mismo tiempo, tampoco podemos considerar que todo aquello que no es latín proviene de una lengua astur prerromana. En el proceso de conformación del latín vulgar que da origen al asturianu existen términos que por un lado parecen responder a la existencia de un sustrato de una lengua propia astur junto a otros que, a pesar de no ser latinos, son introducidos en el territorio en época romana, como préstamos de esas lenguas al propio latín (por ejemplo carro, que es una palabra cuyo origen hay que buscarlo en las lenguas célticas continentales, o braca, que da lugar a braga y que define al tipo de pantalón usado entre los galos). Salvo estas excepciones, en el origen de las distintas variedades de latín vulgar encontramos términos y estructuras lingüísticas que tienen su origen en la lengua astur prerromana.

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El latín vulgar

Para comprender este proceso debemos hablar del latín vulgar propiamente dicho. Era la variante del latín utilizada por las clases populares del Imperio. A diferencia del latín clásico, que era la lengua oficial utilizada en la literatura, la educación y la administración, era una lengua viva y en constante evolución, que se adaptaba a las necesidades de la comunicación cotidiana. A medida que el Imperio se expandía, el latín vulgar entraba en contacto con diversas lenguas locales, lo que dio lugar a la aparición de diferentes dialectos del latín vulgar.

Además de la incorporación de préstamos de lenguas con las que entraba en contacto, durante el alto Imperio en esas lenguas «periféricas» se producen una serie de transformaciones. Por ejemplo tendían a simplificar la pronunciación del latín clásico, eliminando algunas consonantes y vocales, y cambiando la pronunciación de otras. La declinación de los sustantivos y adjetivos se simplificó o incluso desapareció, dando lugar a un sistema de casos más simple, o el desarrollo de nuevas construcciones sintácticas que no existían en el latín clásico, como el uso de preposiciones para indicar la función de los sustantivos en la oración.

Este proceso se acentúa en el bajo Imperio cuando la fragmentación territorial, las invasiones bárbaras y la decadencia de las ciudades contribuyeron a la diversificación del latín vulgar y a su alejamiento del latín clásico4. Estas variedades dialectales del latín (hablado) sustituyen a la lengua que se hablaba en estos territorios y viven su momento de eclosión cuando el imperio cae en el siglo V d.C. rompiendo la unidad territorial del mismo y experimentando un proceso de aislamiento que favorece la distinta evolución de las lenguas en estas regiones. Son los primeros brotes de la semilla de las lenguas romances que se conforman al final de la Tardoantigüedad y el periodo medieval, entre ellas el Asturianu.

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Si os interesa este tema no puedo dejar de recomendaros este libro:
Viejo Fernández, X. (2005) La formación histórica de la lengua asturiana. Trabe. Uviéu 315 págs.
Foto de portada: García, A. G., Álvarez, J. L., & Herrero, M. (2007). Los teitos en Asturias: un estudio sobre la arquitectura con cubierta vegetal. Ecomuseo de Somiedo.

Bibliografía

  1. Valdés, M. O. (2017). Averamientu al astúricu. Vocalización de les nasales del grau-cero indo-européu:* mo> am/* no> an, y delles propuestes etimolóxiques/An approachment to the ‘asturic’. Vocalization of the nasals of the indoeuropean zero-grade:* mo> am/* no> an and some etymological proposals. Lletres Asturianes117, 63-80. ↩︎
  2. Cano González, A. M. (1987). Averamientu a la hestoria de la llingua asturiana.’Acercamiento a la historia de la lengua asturiana’. Conocer Asturias. Guías didácticas para escolares;. ↩︎
  3. Sevilla Rodríguez, M. (1984). La toponimia asturiana d’orixen prerromanu. Lletres asturianes, 12. ↩︎
  4. Elvira, J. (2006). Orígenes de las lenguas romances peninsulares: del latín al castellano, el catalán y el gallego. Las lenguas españolas: un enfoque filológico, 37-58. ↩︎

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