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Actualizado: 29 noviembre, 2023

Empiezo esta nueva etapa casi post-estival del blog con una de las lecturas que he tenido que trabajar en la Universidad este año. Se trata de una obra que, a priori, parece que no tiene mucho que ver con el tema de esta página, pero que a lo largo de su lectura verás que entronca perfectamente con ella.

En este libro, Menéndez Bueyes hace un exhaustivo análisis tanto de la bibliografía e historiografía sobre los hechos históricos que llevaron a la constitución del Reino de Asturias. Comienza en la época indígena astur, pasando por el periodo romano, viendo en cada caso las distintas teorías de medievalistas y de historiadores de época romana e incluso protohistórica y de qué manera se va transformando el territorio y las gentes que lo pueblan hasta llegar al siglo VIII.

Últimamente estoy leyendo mucho sobre estos «siglos oscuros» y en ellos se percibe un eco de las poblaciones prerromanas de la Asturia transmontana, aunque por lo que sabemos hasta ahora, se trata sólo de eso, un eco en la mayoría de los casos. El autor analiza este tema también, para los que os interese la conexión entre el mundo indígena y el que protagoniza el levantamiento contra los invasores musulmanes.

Biblioteca: Reflexiones críticas sobre el origen del reino de Asturias. Luis Menéndez Bueyes

Reseña: Bueyes, L. R. M. (2001). Reflexiones críticas sobre el origen del reino de Asturias (Vol. 114). Universidad de Salamanca.

Luis Menéndez Bueyes aborda en esta obra la tarea de recoger los indicios que llevan a la conformación de los factores económicos y sociales que desembocan en el reino de Asturias, siendo estos antecedentes el tema central del libro.

La obra está compuesta por un exhaustivo repaso a la historiografía sobre el origen del reino de Asturias, lo que no es una tarea menor, además de estar este tema en el epicentro de la discusión sobre la figura de la monarquía astur.

En el primer capítulo aborda el enfoque medievalista sobre el estudio de la alta Edad Media. Y lo hace desde los antecedentes del mismo en la obra de Barrau Dihigo que es seguida en parte por Claudio Sánchez Albornoz, la gran figura del medievalismo y de alguna manera quien sienta las bases de la caracterización del reino de Asturias hasta la aparición de las tesis de Barbero y Vigil.

Y es que estas dos formas de enfocar el origen del reino de Asturias son contrapuestas. Por un lado está Sánchez Albornoz un Pelayo visigodo, que se refugia en las tierras del norte más allá de la Cordillera y es elegido por los astures como princeps para llevar a cabo la rebelión contra los invasores musulmanes.

Por otro lado está la teoría planteada por Barbero y Vigil, más allá de los planteamientos de Sánchez Albornoz, donde se parte de la premisa de que Pelayo es indígena, y el reino de Asturias no puede ser nunca continuador del de Toledo porque tanto cántabros (para los que los autores son los verdaderos desencadenantes de la Reconquista) y astures estaban enfrentados secularmente a visigodos y romanos. Además se propugna la idea de un limes entre musulmanes y cristianos que es la herencia de un supuesto limes cántabro-astur respecto a visigodos. Es la denominada teoría indigenista.

Pese a que esta contraposición de ideas ha centralizado el debate, lo cierto es que desde el enfoque medievalista han surgido otras, derivadas en ocasiones de estas posturas antagónicas. Menéndez Bueyes nos habla de la reconquista como Movimiento expansivo de las sociedades del norte peninsular, o una colonización dirigida, descrita por García de Cortázar. 

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Al final del capítulo nos hace un repaso por la situación actual del estudio del origen del reino de Asturias en el que manifiesta que tras unos años donde prima la perspectiva que tiene su origen en Barbero y Vigil, desde los 90 se está haciendo un análisis más en la línea del continuismo godo.

Es interesante la aproximación de los autores de una y otra teoría según los temas, en los que encontramos discrepancias profundas, sobre todo en el origen de Pelayo, pero también puntos de encuentro como las causas que llevaron al levantamiento en Covadonga.

Aprovecha el autor para hacer un pequeño repaso del estado reciente de la investigación en el ámbito del mundo altomedieval astur. Explicando desde el modelo de conquista de los musulmanes a través de pactos con caudillos visigodos e hispanorromanos, a la propia caracterización de la monarquía astur, que pasa de un sencillo caudillaje militar a una monarquía feudal. Otro aspecto es el de la repoblación, que también tiene distintos protagonistas. Por un lado monjes y magnates, pero esencialmente por campesinos libres a través de la presura como forma de acceso a la propiedad.

Por último, define los sistemas de organización social a principios del siglo VIII que enumera esencialmente en, villa como modelo de explotación, comunidades de aldea bien por presura o bien por reconocimiento de las explotaciones visigodas con el establecimiento de esclavos rurales en parcelas. Además está el modelo de comunidad rural de valle o tierra, cuya definición surge del estudio de las fuentes, y que se trata de una forma arcaica de apropiación del territorio ligado a comunidades indígenas (gentilitates) de carácter agrícola y ganadero. En el siglo IX la aldea es ya la unidad básica de población astur. 

Biblioteca: Reflexiones críticas sobre el origen del reino de Asturias. Luis Menéndez Bueyes
Luuis Menéndez Bueyes. USAL

Para llegar a estas conclusiones que nos adelanta en el primer capítulo, el autor realiza un repaso a la historia del mundo astur desde la Protohistoria.

Así, el capítulo II comienza con la evolución protohistórica de la Asturia trasmontana, con un origen en el Bronce final, en el que aparecen los poblados fortificados, o castros, que van a ser las unidades básicas de poblamiento durante este periodo. 

Este somero repaso abarca tanto los orígenes del poblamiento castreño como otros aspectos relacionados con la economía y sobre todo la organización social de estos pueblos, que será pieza fundamental en la formulación teórica de planteamientos posteriores sobre la base social sobre la que se erige la monarquía astur según la teoría indigenista, de la que el autor, precisamente, no participa.

Un espacio mayor se dedica a la Asturias que vive bajo la órbita romana. En el capítulo III retrata brevemente el proceso de conquista de cántabros y astures. Menéndez Bueyes atribuye un papel esencial a este proceso que conocemos por romanización, que se desencadena una vez que se domina el territorio. Hace aparición en el planteamiento del autor, lo que se ha venido denominando romanización temprana, y que nos habla de contactos comerciales estables de Roma con el mundo castreño desde principios del siglo II a.C. con las campañas de Bruto contra los galaicos.

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Es por tanto, según el autor, un proceso de romanización mucho más largo en el tiempo de lo que habitualmente están dispuestos a admitir los que defienden una exigua romanización del territorio astur, y por tanto un intento de desmontar una de las bases de la teoría indigenista sobre el reino de Asturias, que se sustenta en ese aspecto precisamente. 

Aborda precisamente las siguientes sesenta páginas del libro a hablar primero del problema de la romanización y posteriormente de la expresa romanización del territorio, siguiendo los planteamientos expuestos arriba. Es en este periodo cuando se produce el abandono parcial de los castros.

Me parece más interesante la propuesta que comienza en el capítulo IV siguiendo con el análisis de la Asturia trasmontana bajo la órbita de Roma pero en el bajo Imperio. Las transformaciones a consecuencia de la crisis del siglo III d.C. provoca una serie de modificaciones en la forma de la explotación del territorio, previamente centrado en la minería y extracción del oro, pero también en la agricultura y el comercio, que ahora se va a centrar esencialmente en esta segunda parte. 

Algunos de los castros parecen reocuparse parcialmente en este periodo pero la gran protagonista del control del espacio y de la producción es la villa, que ya surge a finales del periodo anterior, y que se integran dentro del modelo de distribución del territorio impuesto por Roma, la civitas.

La reocupación de los castros según el autor no se produce por una débil romanización sino como una reutilización de espacios óptimos para la defensa en momentos de inestabilidad social y económica.

En este capítulo aborda un tema clave, la definición de un limes para los pueblos del norte peninsular, de cuya formulación son Barbero y Vigil los principales responsables. No cree el autor que fuera necesario un limes para la Asturia Trasmontana.

Otro de los aspectos presente en la teoría indigenista de Barbero y Vigil es la etnia de los Vadinienses. Son precisamente ellos los que protagonizan la elección de Pelayo en territorio de la actual Asturias oriental, y se les ha supuesto poco romanizados. Frente a esto, y como en el resto del libro, Menéndez Bueyes nos aporta evidencias arqueológicas y un análisis de las fuentes que desmonta este mito. 

La visión del autor en este punto pasa por unas élites indígenas romanizadas que mantienen la propiedad de la tierra y que ante un estado débil, agobiado por la entrada de los germanos dentro de su espacio jurisdiccional, relaja la autoridad que ejerce sobre ellos. No son por tanto indígenas poco romanizados los que componen la masa social que luego se enfrentará a los musulmanes, sino possesores provenientes de las élites hispanorromanas que son las capaces de aglutinar bajo su mando hombres y recursos, además de un conocimiento profundo del terreno en que se asientan sus villas.

La llegada del cristianismo en este período juega también un papel fundamental para la constitución de esta sociedad.

Acaba el capítulo con la Asturias visigoda, para la que las fuentes no nos dicen demasiado. Parece haber una continuidad en los núcleos urbanos de la región como por ejemplo en Gijón. En las villas sucede lo mismo, como en la de Veranes, que podemos tomar como testigo de los procesos de cambio de este periodo, con la aparición de la basílica, cementerio, etc… y la transformación de los procesos productivos y arquitectónicos de la villa.

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En el tránsito entre el mundo romano y la constitución del reino de Asturias tiene lugar la Tardoantigüedad, un periodo para el que no tenemos una excesiva abundancia de fuentes, pero que sin embargo es clave para el tema que nos ocupa.

Es en realidad en el capítulo V titulado La transición del mundo antiguo a la Edad Media, es cuando de verdad Menéndez Bueyes aborda el tema central, y es que es en este momento cuando tiene lugar la configuración de la sociedad que va a dar lugar a las gentes que se enfrentan a los musulmanes.

Comienza un poco por el final, preguntándose si a partir del 711 se observan cambios en la articulación del territorio en la Asturia trasmontana o en realidad podemos hablar de cierta continuidad. El repaso de las diferentes posturas historiográficas que abordan este tema acaba con la conclusión de que las distintas partes del territorio se adaptan de diversas maneras a las nuevas situaciones, aunque predomina una cierta continuidad tras la invasión.

Defiende una integración del mundo visigodo dentro del hispanorromano imperante en ese momento. Los grandes propietarios hispanorromanos, por otro lado, siguen siendo las élites que están al frente de las explotaciones agrarias, y constituyen las clases privilegiadas que tomarán decisiones en el momento del enfrentamiento. En realidad es el mismo proceso que en el resto de la península ibérica con el que tiene un evidente paralelismo.

Abunda en esta idea cuando aborda el tema de las relaciones entre la nobleza territorial y la geografía de la romanización. Tras la ocupación del territorio astur sin excesiva dificultad y el establecimiento en la ciudad más destacada, Gijón, no encuentran resistencia por parte de las élites rurales. 

Cuando Pelayo huye a las montañas es cuando se reúne en concilium, probablemente con esas élites rurales. Al fin y al cabo, como dice el autor en las conclusiones, el hilo conductor de toda la obra es buscar el origen de esas clases nobles que son las que impulsan los cambios a medida de sus intereses. 

Entre los potentiores rurales de la época sueva y visigoda es entre quienes hay que buscar a las élites autóctonas que eligen a Pelayo como primus inter pares .

En ese concilium en las montañas, es cuando comienza una monarquía que debe ser vista como un acuerdo entre las clases dirigentes para elegir a un lider que dirigiera la rebelión. A partir de ese momento una serie de alianzas familiares va perpetuando su protagonismo en el reino.

Las crónicas insisten en presentarnos un ensalzamiento de la figura real, pero más bien debemos pensar en un poder repartido entre magnates que es el que de verdad tiene relevancia, y que además actúa como transmisora entre el periodo anterior y el nuevo escenario.

Insiste el autor en que estas élites se vieron envueltas en el proceso de protofeudalización experimentado por el mundo visigodo, y que es más acertado pensar en un modelo “evolutivo” más que de ruptura en cuanto al origen del reino de Asturias.

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