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Actualizado: 7 septiembre, 2022

Me dispongo a escribir una reseña de uno de los últimos libros sobre temática celta que he incorporado a la biblioteca de Céltica. La obra de Gonzalo Rodríguez García es un viaje por la historia de la céltica hispana centrado en las cultura guerrera de los pueblos que la conformaron. Pueblos de diversas procedencias e incluso «culturas» ya que el autor engloba en su obra tanto a los celtas atlánticos con los del interior de la meseta.

No es un análisis formal de qué y quienes constituyen esas sociedades guerreras, sino un análisis profundo de la sociedad, y sobre todo, algo que parece a priori aventurado, a la ideología que podemos deducir, ya que no comprobar empíricamente, de estas cofradías de guerreros.

La primera parte: ¿Qué fue la Hispania Céltica?.

En esta primera parte el autor realiza un recorrido comenzando por el ámbito étnico y socioeconómico de la Hispania de los celtas. En ocasiones he comprobado como utilizar el sujeto Hispania y el adjetivo Céltica provoca escozor en según qué lectores ya que el término con el que se designa a la Península Ibérica en realidad es un nombre con un origen muy discutido. No obstante, dejado atrás el mínimo consenso para poder continuar, se habla de forma descriptiva de las etnias que la componen y para mi se hace un ejercicio, quizá discutible, que parece querer determinar la celticidad o quizá el mayor o menor desarrollo de las tribus celtas peninsulares, pero sin dar ninguna razón de por qué. Es decir, los celtíberos ¿estaban más desarrollados que los pueblos célticos occidentales? y parece dejar abierta la puerta al uso de una terminología como «barbarie» o «atraso» a las tribus occidentales. Tribus que por otra parte han permanecido hasta hoy en la más absoluta oscuridad, a no ser por las narraciones parciales y sesgadas de los autores greco-latinos y un silencio más que manifiesto de la arqueología casi hasta las últimas décadas.

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De cualquier forma, el autor llega en el capítulo dos a definir que las sociedades guerreras, entendidas como aquellas donde el ámbito militar está por encima de cualquier otro orden, son élites ecuestres. De nuevo extiende el modelo a todo el territorio, contando con la Celtiberia como zona de perfección de este modelo y las periféricas como menos desarrolladas, cuando quizá lo que corresponde es a los indicios de una sociedad distinta en el norte y occidente peninsular, como pone de manifiesto la Arqueología.

Precisamente en los castros observamos una ausencia de poderes fácticos, es decir, no hay un líder preponderante que haya dejado restos arqueológicos evidentes en el trazado de los poblados, o si se quiere parece que hay una ausencia de jerarquías en los poblados, que quizá corresponden a un tipo de poblamiento más igualitario y atomizado en pequeñas aldeas fortificadas donde los «clanes» viven en base a otra serie de normas que las de las élites guerreras de la Meseta y las ciudades Estado celtiberas, donde es imprescindible, y en esto coincido con el autor, una élite que mantenga el orden social.

La segunda parte trata sobre Principios, valores y creencias de la Hispania céltica.

En ella se hace un recorrido por la «psique» de esas sociedades de guerreros apoyandose en las fuentes escritas, pero también en las representaciones plásticas, sobre todo en las cerámicas celtíberas, y en otros vestigios arqueológicos que han llegado hasta nosotros.

Capítulos como la Espiritualidad heróica, lo celestial y lo telúrico, son ejercicios de aproximación a un tema difícil, pero en el que el autor se aventura arriesgandose a formular una serie de principios que resultan sumamente interesantes pero creo que difícilmente comprobables. No obstante el mérito de describir cómo podría ser esa mentalidad del guerrero celtíbero es grande, y en mi opinión abre la mente del lector a una comprensión del por qué de esas fratrias entre las sociedades guerreras hispanas.

Me pareció interesantísima la parte de la magia guerrera y la figura del lobo. Sin duda este animal ha estado unido a los guerreros de la Antigüedad en Europa occidental, y a través de la comparación con otras figuras de la Edad del Hierro como los berseekers escandinavos llega a conclusiones que parecen encajar en el mundo céltico peninsular.

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En el último capítulo de esta parte, La sociedad de jefaturas y la idea de Imperio, hace un análisis, para mi excelente, de cómo algunas características de las sociedades guerreras de la Edad del Hierro peninsular acaban encajando y desarrollándose a nuevos niveles cuando se integran en la estructura militar romana. Por ejemplo la devotio, y otras figuras esenciales en la caracterización de los celtíberos como la clientela, que por otra parte está presente en la cultura romana desde antiguo.

El autor emplea abundante bibliografía, que es de agradecer, ya que constituye de por sí un auténtico apéndice del libro y que abre la puerta a investigaciones en este sentido para el lector que quiera ampliar el conocimiento sobre este tema fascinante. El glosario también es de agradecer, sobre todo porque define la manera en la que ha empleado determinados conceptos que pueden tener un significado mucho más amplio o diferente en otro contexto.

La tercera parte se refiere a las conclusiones.

Siguiendo el principio positivista de un gran número de pruebas en las dos primeras partes y una, para mi escasa, parte dedicada a la conclusión e interpretación, repasa los capítulos previos estableciendo básicamente una idea. Las sociedades guerreras se desarrollan durante la Edad del Hierro en la Península Ibérica y parecen tener su epicentro en la Celtiberia. Pero la Hispania céltica está constituida por dos sustratos, uno atlántico, más primitivo, y uno céltico continental más moderno. En medio situa a tribus como vacceos, astures o cántabros, con un grado mayor o menor de celtiberización. Por poner una pega, diría que el mapa de distribución de las tribus celtas de la península es erróneo, sobre todo en la parte occidental, que es la que mejor conozco.

Las élites guerreras son ecuestres y se articulan en torno a «fratrias» de guerreros con un líder que va más allá del orden militar, y se convierte en una especie de padre del grupo, un líder militar y espiritual al mismo tiempo. Esto es a consecuencia o está en el germen de la figura de la devotio, por la que los celtíberos son tan conocidos en su época. Una fidelidad a su caudillo que sólo se explica de esta forma.

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En la obra se habla de la muerte triunfante, como expresión de la máxima aspiración del guerrero celta, un sacrificio que le permite acceder a un plano superior post-mortem, no al mundo telúrico al que llega el resto de individuos, no soldados, que componen la sociedad céltica. Es por tanto un mundo reservado a esa élite que trasciende el plano mortal para combatir en una lucha eterna en el plano celeste contra las fuerzas de la oscuridad.

Acaba la obra con unos anexos muy interesantes. Aparte de la extensa bibliografía, el primero habla de la Crónica de la Conquista romana de Hispania, el segundo de Viriato y Numancia, y el tercero de Soldados Hispanos en los ejércitos del Imperio Romano.

Conclusión

Me parece una buena obra de divulgación histórica, en algún momento se vuelve técnica para el lector que simplemente busca un relato hilado y sencillo, sin excesivas referencias bibliográficas, ya que por otra parte tampoco parece una obra de corte académico o de investigación.

Tiene un rigor en el tratamiento de las fuentes que es reseñable, y sobre todo una honestidad en los planteamientos y en la forma de exponer los contenidos que me gusta. Ya digo que el pero se lo pongo en la excesiva simplificación de la visión del mundo celta hispano que a mi me parece mucho más complejo y menos uniforme de lo que se plantea.

En definitiva, os recomiendo su lectura, me parece un buen manual para comprender una parte concreta del mundo celta peninsular, el de las sociedades guerreras celtíberas, estés de acuerdo o no con las conclusiones a las que llega el autor al final del libro.

Datos bibliográficos

Título: Los celtas, héroes y magia: la cultura guerrera de la Hispania Celtica
Autor: Gonzalo Rodríguez García
Editorial: Almuzara
Fecha de Edición: Febrero 2019
Colección: Historia
Nº páginas: 426
Edición: Tapa blanda.
Precio: 22,75€

2 COMENTARIOS

  1. Creo que se debería abandonar el adjetivo céltico para usar uno más amplio, el de indoeuropeo.
    Si bien los célticos eran indoeuropeos, no todos los indoeuropeos eran célticos.
    El adjetivo céltico se debería restringir al terreno linguístico, y por lo tanto solo se debería aplicar a los celtíberos.
    Si me preguntan si los astures eran celtas, yo diría que no. Ni protoceltas. Ni celtas atlánticos. Son de la familia indoeuropea, pero no del grupo celta.
    De esta forma yo emplearía el termino hispania indoeuropea prelatina o prerromana. Aquí sí entran los celtíberos, lusitanos, astures,…..,
    Yo pondrá el símil de la península itálica, donde hay diferentes grupos de indoeuropeos, incluidos célticos, pero también latinos, oscos,…, todos con lenguas emparentadas, ritos emparentados,…..

    • Estoy de acuerdo contigo. El problema es cuando se deja de utilizar el término «celta» en favor del «indoeuropeo» totalmente. ¿Por qué no se puede definir como celtas a las etnias prerromanas que sí lo son?, y aquí entra en el debate la ideología. El término «celta» no pasa por su mejor momento en el mundo de la investigación y del academicismo, probablemente más por prejuicios ideológicos que otra cosa. En mi caso no tengo problema en usar el término celta para definir a las etnias que sí lo son, pero tampoco me parece correcto generalizar llamándolos a todos celtas cuando no lo son. Por la misma razón, usar el término indoeuropeo me parece demasiado genérico teniendo conceptos más precisos. Es una cuestión de opiniones en realidad.

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