Camomila. Foto CC
Camomila. Foto CC
Actualizado: 19 febrero, 2024

Traigo a astures un antiguo post de céltica que he reescrito actualizándolo. Este post trata de hacer una pequeña recopilación de fuentes clásicas sobre los pueblos de la Céltica hispana en los que encontramos referencias a la aplicación de técnicas médicas y curativas en estos pueblos así como de la existencia de sanadores o médicos que las aplicaran.

La botánica como base de la medicina indígena

A nadie se le escapa que cualquier forma de medicina antigua está basada en la aplicación de remedios basados en la botánica como ciencia primordial. Hace relativamente poco se detectó en cuevas neandertales el uso de plantas medicinales en restos óseos. La naturaleza es por lógica, a donde tenemos que dirigir nuestra primera mirada a la hora de intentar discernir el conocimiento médico de los pueblos prerromanos.

En el caso  de la Península Ibérica en la Edad del Hierro, a falta de estudios orientados a la detección de las plantas consumidas por los habitantes de celtiberia, o la ausencia casi total de necrópolis propiamente dichas en la parte noroccidental, (y ser sobre todo la incineración la forma de enterramiento que creemos que más extendida estaba), casi las únicas fuentes que tenemos por el momento son literarias, aun que en el caso de los Iberos el panorama es algo más completo ya que aparecen representadas algunas plantas en las cerámicas. En el noroeste es un motivo infrecuente que apenas aparece documentado en algunas lápidas funerarias y que representa casi siempre una ramita de lo que parece tejo, una especie asociada a la muerte, como veremos.

Representación de adormideras en cerámicas iberas y otros objetos.
Representación de adormideras en cerámicas iberas y otros objetos.

Así que me he ido a las fuentes escritas a rebuscar cómo combatían las enfermedades nuestros antepasados. (básicamente Estrabón, Plinio el Viejo y el reflejo en Dioscórides para algunos usos de las plantas conocidos en la época1)

El proceso de recogida de plantas medicinales estaría directamente relacionada con el de abastecimiento de alimentos y otros recursos a través de la recolección. Los tratados de medicina y botánica latinos ya especifican los momentos óptimos de recolección, y la costumbre es la de recogerlos en el saltus, es decir, en el espacio sin cultivar del entorno donde crecen de forma silvestre estas especies.

Plinio, en su Historia Natural, hace una recopilación de recursos naturales de las tierras a orillas del Mediterráneo (entre otras cosas) y nos da por ejemplo algunas pistas sobre hierbas y plantas utilizadas por los celtas de la península. Os enumero algunas.

La Cantábrica

El mismo Plinio habla de la hierba Cantábrica, descubierta según él por este pueblo durante la época de la conquista de Augusto.

In Eadem Hispania inventa est Cantabrica per D. Augusti tempora a Cantabris reperta

En Historia literaria de España desde su primera población hasta nuestros días, del p. Rafael Mohedano (1770) se menciona que:

Según el Anotador de Plinio corresponde a la Escorzonera, y según Morales algunos piensan que es la que se llama Centaurea.

Scorzonera_hispanica_003
Scorzonera hispanica. Licencia CC

El Tejo y otros venenos

Entre los pueblos celtas de la península el tejo era un árbol sagrado y por tanto sus propiedades muy bien conocidas. Son muchas las referencias entre todos los pueblos celtas de Europa del uso de su madera en objetos de culto, así como de sus bayas y semillas para elaborar venenos tanto para envenenar las puntas de flecha destinadas al enemigo como para consumirlos en caso de asedio como último recurso.

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Silio Itálico decía que los cántabros extraían de dicho árbol el veneno con el que se suicidaban cuando la edad los hacía inutiles para la guerra, y Plinio lo cuenta entre los venenos propios de los hispanos.

Tejo frente a la abadía de Cenero. Gijón
Tejo frente a la abadía de Cenero. Gijón

«El cántabro, invencible ante el frío, el calor y el hambre, se lleva antes que nadie la palma en toda clase de trabajos. ¡Admirable amor a su pueblo! Cuando la inútil edad senil comienza a encanecerle, pone fin a sus años, ya no aptos para la guerra, envenenándose con el tejo. Para él es imposible vivir sin la guerra, pues toda la razón de su vida la pone en sus armas, considerando un castigo vivir para la paz.»
Silio Itálico (III, 326-331

Dion Casio contaba de ellos. «De los cántabros no se cogieron muchos prisioneros; pues cuando desesperaron de su libertad no quisieron soportar más la vida, sino que incendiaron antes sus murallas, unos se degollaron, otros quisieron perecer en las mismas llamas, otros ingirieron un veneno de común acuerdo, de modo que la mayor y más belicosa parte de ellos pereció.»

La Cicuta(?)

No tengo dudas de si conocían esta planta, sino de que fuera a la que se refiere. Hablamos de la planta conocida como conium maculatum.

Estrabón hablando de los pueblos del norte dice: «costumbre ibérica es también la de llevar un veneno obtenido de cierta planta parecida al apio y que mata sin dolor, con la que tienen un remedio siempre pronto contra los acontecimientos imprevistos».

La Vettónica

La primera, y creo que la más conocida por lo que cuenta el griego es la planta usada en la Celtiberia conocida como vettónica tanto en Hispania como en la Galia, lo que da un alcance de su difusión:

Los vettones descubrieron en Hispania la hierba que se llama vettonica en la Galia, en Italia serrátula, entre los griegos krestón o también psicotrofón, muy alabada entre todas. Tiene un tallo angular de dos codos de altura, y tira las hojas desde la raíz, con bordes de sierra, y muy parecidas a las del lapathum. La semilla es de color púrpura: las hojas son secadas y trituradas y se utilizan para numerosos fines. Se elabora también un vino a partir de ella, y un vinagre, notablemente beneficioso para el estómago y la vista. De hecho, esta planta goza de una reputación tan extraordinaria, que incluso es una creencia común que la casa que la contiene está asegurada contra todo tipo de desagracias. (Plinio, N.H., XXV, 84)

Actualmente se la conoce como Betonica officinalis o Stachys officinalis.

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Betónica. Licencia CC

Dioscórides en el siglo I d.C. dice de ella.

Sus raíces, en la parte de abajo, son finas como las del eléboro y bebidas con hidromiel provocan el vómito de flemas. Se administra el peso de 1 dracma de las hojas con hidromiel <o agua> contra espasmos, desgarros, afecciones de la matriz y los sofocos causados por ella, y 3 dracmas con 2 cótilas de vino contra las mordeduras de animales venenosos. Aplicada como emplasto, la hierba beneficia a los mordidos por animales venenosos, y una dracma bebida con vino va bien contra los venenos mortales; si alguien la bebe previamente, ningún daño habrá de sufrir aunque tome algún veneno mortal.
Es, asimismo, diurética y purgativa del vientre. Cura a los epilépticos y a los locos si se bebe con agua, y el peso de 1 dracma disuelta en vinagre o miel cura a los que padecen afecciones del hígado o del bazo. Ayuda también a hacer la digestión si se bebe después de la comida en la cantidad de una haba disuelta en miel cocida. Asimismo se administra a quienes padecen acidez de estómago, y a los que sufren del estómago se les da a mascar o a beber [su jugo], y que después de tomarla echen un trago de vino rebajado.
Se administra también a los que escupen sangre el peso de tres óbolos disueltos en 1 ciato de vino mezclado con leche, y, disueltos en agua, se les da a los afectados de ciática, del riñón o dolores de vejiga; a los hidrópicos, cuando tienen fiebre, se les administra el peso de 2 dracmas con hidromiel, y, si no tienen fiebre, con vino mezclado con miel. El peso de una dracma bebida con vino restablece a los afectados de ictericia y provoca la menstruación. Y 4 dracmas bebidas con 10 ciatos de hidromiel purgan el vientre. Es eficaz también, bebida con miel, para los que sufren consunción y para los que supuran. Hay que almacenar las hojas, cuando están secas y majadas, en una vasija de barro. (De mat. med. IV, 2-4).

Más allá de Plinio y Dioscórides

Aparte de las fuentes clásicas que nos hablan del consumo de plantas medicinales entre los pueblos prerromanos es evidente que el uso de un variado repertorio de las mismas tuvo que ser no sólo frecuente, sino necesario entre estas poblaciones. Hay dos casos curiosos que me gustaría comentar.

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Hongos y setas

Aquí hay que hacer un alto. A pesar de la amplia difusión del consumo de setas en la actualidad, en la sociedad tradicional asturiana no es un alimento apreciado especialmente. Un reflejo de este rechazo lo tiene el nombre, casi siempre despectivo, con el que se conocen a estas especies en el mundo rural. Resulta paradójico que debido a la gran variedad de propiedades que crecen en el territorio al norte y sur de la cordillera no se utilizaran estas plantas en la antigüedad. Quizá sólo lo hicieron aquellos que tenían un conocimiento más avanzado de botánica, con fines medicinales, más que para consumo alimenticio.

Amanita muscaria en un parque de Siero.
Amanita muscaria en un parque de Siero.

Camomila o manzanilla

El uso de esta planta está documentado en Asturias desde un periodo muy antiguo. Los neandertales de la cueva del Sidrón ya la consumían, y fijaos la larga pervivencia de su uso cuando vayáis a tomar vuestro próximo café a un bar. Lo cierto es que las propiedades medicinales de esta planta son muy conocidas y se utiliza como calmante para el estómago y otras dolencias intestinales pero también como un desinfectante natural. Que levante la mano a quien le hayan lavado los ojos con un algodón empapado en manzanilla de pequeño. Es una planta autóctona en la Península de la que se utilizan muchas variedades con diferentes usos.

Camomila. Foto CC
Camomila. Foto CC

¿Y quién impartía la medicina?

Entender que porque no tenemos referencias directas a médicos o curanderos entre los pueblos prerromanos debemos pensar que no los tenían. Si bien las referencias a médicos, en el sentido que denominamos actualmente a los profesionales de la medicina, solo aparecen en Hispania en el ámbito romano, (hay documentadas lápidas funerarias de al menos 26 hombres y mujeres que ejercieron la medicina), lo cierto es que podemos inferir que entre los pueblos indígenas del norte existía un conocimiento médico basado en procedimientos más o menos científicos y sobre todo en el uso de la botánica, como os comentaba más arriba.

Es más que probable que la medicina de cabecera fuera una ciencia de la familia2, algo lógico en una sociedad en constante contacto con la naturaleza. En las casas de mediados del siglo XX las abuelas conocían innumerables plantas para las necesidades cotidianas.

Seguramente los casos más extremos si que se dejaran a una clase especial o bien de sanadores, o bien de sacerdotes. Creo que si pensamos en la sociedad agraria del noroeste de hace 100 años estaríamos viendo un retrato parecido de una sociedad de subsistencia de la Edad del Hierro porque, a pesar de las diferencias, las similitudes son más que notables. En la sociedad rural del antiguo régimen se acude al sanador cuando la medicina doméstica no puede resolver el problema, además de que ese problema probablemente no tenga cura por medio de la botánica, sobre todo cuando entramos en el ámbito de las creencias mágico-religiosas.

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Ahí es donde entramos en el ámbito del ritual y de la creencia, pero esa es más difícil de demostrar. Por ejemplo entre los Celtíberos sabemos que los enfermos graves accedían al templo de Endovélico y el dios les sugería en sueños como curarse. En ese ámbito es donde tenemos la referencia a una costumbre entre los montañeses del norte por parte de Estrabón.

La costumbre de sacar a los enfermos a los caminos

Nos referimos al conocido párrafo de Estrabón, en su Geografía:

A los enfermos, como los egipcios de la antigüedad, los exhiben en los caminos a fin de que les ofrezcan su consejo quienes ya han padecido la dolencia

Se refiere a estas costumbre recogida en Heródoto hablando de los Asirios (no de los egipcios) que os cito a continuación:

Después de ésta, la costumbre más acertada que rige entre ellos es esta otra. Sacan a los enfermos a la plaza (pues resulta que no tienen médicos). Así, los transeúntes –si alguno de ellos ha sufrido en su persona un mal semejante al que padece el enfermo o si ha visto afectado de él a otra persona– se acercan al enfermo y le dan consejos sobre su  enfermedad; se acercan a él y le aconsejan y recomiendan todo cuanto ellos, personalmente, hicieron para recuperarse de una enfermedad semejante o vieron hacer a otro para recuperarse. Y no les está permitido pasar junto a un enfermo en silencio, sin preguntarle, antes, qué mal le aqueja. 

Me quería detener en un punto de este párrafo, justo el que va entre paréntesis. Dice el geógrafo que los asirios no tenían médicos, lo que resulta falso, ya que la arqueología y la epigrafía nos han dejado constancia de un conocimiento médico avanzado en su sociedad. Lo vemos por ejemplo en el Código de Hammurabi

Algunos autores han interpretado este rito como una manera de evitar la propagación de enfermedades dentro del poblado, sin embargo tengo la sensación de que estamos ante un ritual, ya que entre los asirios la funcionalidad del mismo no iba en esa línea, y el geógrafo griego conocía bien el ritual como para usarlo sólo como una leve comparación. Para entendernos, no creo que si quisiera acentuar la barbarie de los pueblos del norte tuviera el menor problema en decir que arrojaban a los enfermos a los caminos para que murieran de inanición, por entendernos.

Conclusión

La ausencia de una tradición literaria sobre la medicina de los pueblos de la Península Ibérica antes de la llegada de los romanos puede ser suplida en una pequeña parte con las escasas fuentes que nos han llegado y que analizamos en este post (breve por necesidad)

Me dejo en el tintero los hallazgos arqueológicos en castros y necrópolis de utillaje que pudiera haber sido usado en medicina, o de los supuestos casos de trepanaciones de cráneos entre los celtíberos con síntomas de haber sobrevivido a la operación (necesidad de tener buenos antisepticos por lo menos).

Bibliografía

  1. Mata Parreño, C. Badal García, E. Bonet Rosado, H. Collado Mataix, E. Fabado Alós, F.J. Fuentes Albero, M. Izquierdo Peraile, I. Moreno Martín, A. Ntinou, M. Quixal Santos, D. Ripollès Alegre, P.P. Soria Combadiera, L. (2007) De lo real a lo imaginario : aproximación a la flora ibérica durante la Edad del Hierro. Anales de Arqueología Cordobesa ↩︎
  2. Melendo, E. B. (1991). La medicina en la Hispania prerromana. Revista de arqueología12(121), 22-29. ↩︎

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