Cuando estudiamos la casa tradicional de cubierta vegetal, lo hacemos desde la óptica de la comparación con la Protohistoria, pero nos olvidamos de que se trata de un elemento de la vida cotidiana que estuvo en uso hasta hace dos días.
Alberto Boto Reguero, fue la última persona que tenía su casa en una cabana de teito en Somiedo. Actualmente, las pocas que se mantienen en uso lo son para el ganado, y cada vez menos. También están preparadas para uso ocasional, pero «Tito» vivía en una, era su casa hasta 1986.
Afortunadamente tenemos todavía gente que recuerda cómo era vivir en una de estas construcciones tradicionales, aunque ya van quedando menos, igual que los teitos. En la fotografía vemos todavía otro elemento interesante, un cebatu o entrelazado de varas de avellano. Un sistema de construcción que tiene más de dos mil años de antigüedad, como poco y que se sigue usando hoy en día. Todavía ayer lo vi en una reforma de una casa tradicional en Asturias.
La historia de cómo tuvo lugar este acontecimiento, que significó el fin de un tiempo que hunde sus raíces en la antigüedad de nuestra tierra, quedó recogida en la prensa regional (os dejo abajo recorte de La Nueva España). La fotografía de portada de esta noticia es de Paco García.
La noticia la cubrió Fernando Canellada, y en ella se puede entrever el proceso de transformación que experimentó el uso de estas construcciones a finales del siglo XX y que se resume básicamente en que los propietarios ya no se pueden hacer cargo de ellas, ya que renovar las techumbres, teitar, es una tarea dura y costosa. La Administración pública compró algunas de ellas para preservarlas, y eso fue una suerte, porque si no, hubieran desaparecido todas. El problema es el envejecimiento de la población, el abandono de las tareas del campo y, de fondo probablemente, una gestión del parque natural que se está demostrando con el tiempo que no era la más adecuada.
Volviendo al tema, os transcribo la descripción de la «cabana» cuando estaba habitada, y que nos ofrece una oportunidad de imaginar cómo sería la vida en ella:
«Es pequeña y acogedora. Tras una diminuta puerta aparece el «llar», estancia con un horno hecho sobre la piedra de la fachada. Además de servir para elaborar pan, reparte el calor por la casa. A su lado se halla un aposento acondicionado como cocina. También pequeña, cubierta de madera y piedra.
La tercera dependencia, a la qué se asciende por una escalera de piedra de tres peldaños, es la alcoba. Sala ésta que hace el resto de las funciones de la casa. En ella, el dormitorio está separado por una ligera cortina, que divide la estancia. Sobre ésta se encuentra un diminuto desván, que en casos de visitas numerosas se habilita como dormitorio.
La cuadra, fuente de calor. Por otra puerta, al lado, se accede a la cuadra. Vivienda y cuadra están tan unidas que el refugio de los animales suponía una importante fuente de calor. Pero lo realmente característico de la vivienda es el techo de piorno. Una cubierta vegetal que en invierno conserva el calor y en verano un agradable frescor.»
