Un pastor con su mastín. Foto de Ramón Lueje, 1956. Museo del Pueblu d'Asturies.
Un pastor con su mastín. Foto de Ramón Lueje, 1956. Museo del Pueblu d'Asturies.

Una de las especies menos estudiadas de las que aparecen en el registro arqueológico de los castros astures es el de las raza que hoy consideramos domésticas, como el perro. La visión que parece proyectarse a raíz de las evidencias óseas estudiadas en castros astures de la meseta y los de las regiones montañosas transmontanas y del norte de la provincia de León, es que hay una preferencia por razas de tamaño medio en los castros del paisaje sedimentario mientras que en las regiones montañosas aparecen animales de mayor tamaño aunque veremos que hay excepciones.

Evidencias óseas de perros en castros astures

Los perros grandes son los mejor estudiados en este sentido. Pero ¿Desde cuándo existen estas razas?. De los estudios realizados sobre muestras en los asentamientos meseteños se ha determinado que las razas llamadas macromorfas1, aparecen en la transición entre la primera y segunda Edad del Hierro en el mundo celtibérico y periferia. En ese momento se detecta un cambio en el patrón ganadero de ovicápridos principalmente que experimentan una explotación diferente, orientada más hacia la producción lanar y derivados lácteos que al consumo cárnico predominante en el periodo anterior. Además estas cabañas ganaderas aumentan considerablemente hablándose casi de una preponderancia de las mismas. Estas características constituyen la situación óptima para la necesidad de criar animales de gran porte para la defensa de esos ganados.

En época romana se produce una de las fases más intensas de cruces y cría de diversas razas con un fin que ya supera el ámbito ganadero para entrar de lleno en el de los animales de compañía. Aparecen desde los pequeños perros de compañía hasta los grandes animales empleados tanto en el ganado como en la guerra. La Edad Media, y la explotación intensiva de la trashumancia en la península fomentó de nuevo la cría de estas especies de gran porte, de las que son herederas las actuales.

Mastín leonés. Foto Wiki Commons.
Mastín leonés. Foto Wiki Commons.

Si bien la presencia de cánidos en el registro arqueológico de los castros astures no es extraño, tampoco podemos decir que sea abundante. Contribuye a ello el que, por regla general, especies como el caballo o el perro no estén orientadas al consumo humano, lo que posiblemente hace que cuando mueren sean depositados en lugares alejados de los núcleos de población y las evidencias con las que contamos sean excepcionales. Voy a tomar el ejemplo de dos castros transmontanos.

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En la Campa Torres está bien documentada la presencia de tres individuos que por sus características morfológicas pueden ser clasificados como perros de tamaño medio. Dos eran más jóvenes y uno de ellos ya de edad avanzada. Sus características son similares a las de perros estudiados en entornos de la Edad del Hierro en el País Vasco, lo que nos puede orientar sobre la dispersión de esta raza en ese periodo.

Respecto a uno de los cánidos de la Campa hay un dato interesante en relación con lo que decía al comenzar este apartado. De los seis huesos recuperados, una mandíbula muestra evidencias de haber sido descarnada. ¿Consumo humano? Las incisiones practicadas se concentran en la cara lingual, quizá para la extracción de la lengua del animal. Los investigadores2 que los estudiaron son cautos en cuanto a considerarlos como evidencia de consumo por parte de la población del castro, además sería residual, a tenor del número de individuos recuperados, pero podría ser significativo en una investigación sobre consumo de cánidos en este periodo, algo que ya se ha demostrado en otros entornos de la Edad del Hierro peninsular.

Otro castro interesante en este sentido es Llagú. El porcentaje de huesos de perro allí sigue la tónica de la Campa Torres, constituyendo apenas un 2% del total3 de restos óseos documentados. La excavación en extensión de este yacimiento aporta un valor añadido a la muestra, haciéndola bastante representativa. Además no hay ninguna diferencia en este porcentaje tanto en época romana como en la prerromana, y las especies son similares. Coincide aproximadamente con el registro arqueológico de otras zonas peninsulares ganaderas como la meseta, donde los porcentajes son similares.

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Por tanto, podemos pensar que el perro es un animal presente entre los astures, más si tenemos en cuenta que los primeros indicios de domesticación en el cantábrico ya aparecen en el neolítico por lo que no es nada extraño que aparezcan especies de cánidos en los poblados de la Edad del Hierro.

Empleo de perros en las actividades cotidianas de los astures

Respecto a qué función desempeñaban en los poblados, podemos acudir a la morfología de los animales documentados. El estudio de sus restos nos dice que los perros de este periodo cumplían varias funciones en el poblado. Por un lado es indiscutible que humanos y perros desarrollan una especial relación que convierte a los segundos en compañeros inseparables en la vida cotidiana, sin embargo, la cercanía o no con los animales es una cuestión cultural, en la que la perspectiva que tenemos en la actualidad sobre el trato con ellos puede tergiversar nuestra visión.

El perro en el ámbito ganadero cumple una función clara, la protección de los rebaños y su guía. La etnografía nos proporciona pistas sobre el distinto desempeño de tareas dependiendo de la morfología del animal. Por ejemplo en la meseta leonesa, razas como el carea cumplen una función de guía y alerta cuando sienten una amenaza, mientras que el mastín se encarga de la defensa. Esta dualidad puede ofrecernos pistas sobre cuál era su función. Además está bien documentada en la arqueología cantábrica, por ejemplo en el País Vasco4 las razas estudiadas corresponden, en la primera edad del hierro a una raza mediana y otra de mayor tamaño. Los perros de porte medio, además, son idóneos para la caza. El estudio de coprolitos de algunos cánidos de la meseta pone de manifiesto su desempeño en este sentido, detectándose el consumo de conejos y liebres en ellos.

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Posteriormente, en época romana, es cuando se comienzan a cruzar razas con una función que quizá podemos llamar lúdica, apareciendo la mayoría de variedades morfológicas que conocemos actualmente, desde pequeños perros de compañía hasta animales de gran porte destinados a la ganadería o la guerra.

Razas autóctonas actuales que podemos relacionar con ese periodo

En Asturias el perro pastor del osu5, o en León el mastín leonés son dos de las razas más conocidas. Sus características los hacen perfectos para la defensa y cuidado del ganado en los prados de alta montaña, donde defienden a los rebaños del ataque del lobo, o de otras especies. Su morfología los emparenta con las grandes razas destinadas al ganado en la Edad del Hierro meseteña y de las montañas del norte peninsular.

Foto grafía de Modesto Montoto en la que aparece un pastor del osu en Piñoña, 1920. Foto Museo del Pueblu d'Asturies
Foto grafía de Modesto Montoto en la que aparece un pastor del osu en Piñoña, 1920. Foto Museo del Pueblu d’Asturies

Estas razas experimentaron un auge en época medieval y moderna con el desarrollo de la trashumancia, momento al que debe atribuirse el origen de otras razas destinadas a la ganadería en la zona como el carea leonés.

Bibliografía

  1. Toscano, L. G. V., Serrano, K. C., & de Oya, B. C. (1998). El origen de los mastines ibéricos. Complutum9, 117-135. ↩︎
  2. Liesau Von Lettow-vorbeck, C., & García García, J. (2005). La fauna de mamíferos del yacimiento de la Campa Torres (Gijón, Asturias, España). ↩︎
  3. Adán Álvarez, G. E. (2003). Las transformaciones del material óseo en el» Castiello de Cellagú»(Latores, Oviedo): la arqueotauna y el utillaje óseo desde el siglo V aC al II dC en Asturias (España). ↩︎
  4. Altuna, J. (1980). Historia de la domesticación animal en el País Vasco desde sus orígenes hasta la romanización (pp. 9-163). San Sebastián: Sociedad de Ciencias Aranzadi. ↩︎
  5. Fernande Gutierri, G. (2018) El perru grande de ganáu : pastor del osu-mastín asturianu. Editado por María Jesús Echevarría Fernández . ↩︎

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