Este post trata de hacer una pequeña recopilación de fuentes clásicas sobre los pueblos de la Céltica hispana en los que encontramos referencias a la aplicación de técnicas médicas y curativas en estos pueblos así como de la existencia de sanadores o médicos que las aplicaran.

He elegido la imagen de la diadema de Moñes, Asturias, para este post. Ahí veis una figura al lado de un caldero, posiblemente relacionado con un festín ritual, o por qué no, con un sanador.

La botánica como base de la medicina indígena

A nadie se le escapa que cualquier forma de medicina antigua está basada en la aplicación de remedios basados en la botánica. Hace relativamente poco se detectó en cuevas neandertales el uso de plantas medicinales en restos óseos estudiados con análisis de isótopos. La naturaleza es por tanto a donde tenemos que dirigir nuestra primera mirada a la hora de intentar discernir el conocimiento médico de nuestros ancestros.

En el caso de los pueblos de la Península Ibérica en la Edad del Hierro, a falta de estudios orientados a la detección de las plantas consumidas por los habitantes de celtiberia, o la ausencia casi total de necrópolis propiamente dichas en la parte noroccidental, (y ser sobre todo la incineración la forma de enterramiento que creemos que más extendida estaba), casi las únicas fuentes que tenemos por el momento son literarias. Asi que me he ido a ellas a rebuscar cómo combatían las enfermedades nuestros antepasados. (básicamente Estrabón, Plinio el Viejo y Dioscórides para algunos usos de las plantas conocidos en la época)

Este último, en su Historia Natural, hace una recopilación de recursos naturales de las tierras a orillas del mediterráneo (entre otras cosas) y nos da por ejemplo algunas pistas sobre hierbas y plantas utilizadas por los celtas de la península. Os enumero algunas.

La Vettónica

La primera, y creo que la más conocida por lo que cuenta el griego es la planta usada en la Celtiberia conocida como vettónica tanto en Hispania como en la Galia, lo que da un alcance de su difusión:

Los vettones descubrieron en Hispania la hierba que se llama vettonica en la Galia, en Italia serrátula, entre los griegos krestón o también psicotrofón, muy alabada entre todas. Tiene un tallo angular de dos codos de altura, y tira las hojas desde la raíz, con bordes de sierra, y muy parecidas a las del lapathum. La semilla es de color púrpura: las hojas son secadas y trituradas y se utilizan para numerosos fines. Se elabora también un vino a partir de ella, y un vinagre, notablemente beneficioso para el estómago y la vista. De hecho, esta planta goza de una reputación tan extraordinaria, que incluso es una creencia común que la casa que la contiene está asegurada contra todo tipo de desagracias. (Plinio, N.H., XXV, 84)

Actualmente se la conoce como Betonica officinalis o Stachys officinalis.

Así trataban la enfermedad los celtas de Iberia
Betonica. Foto wiki

Dioscórides en el siglo I d.C. dice de ella.

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Sus raíces, en la parte de abajo, son finas como las del eléboro y bebidas con hidromiel provocan el vómito de flemas. Se administra el peso de 1 dracma de las hojas con hidromiel <o agua> contra espasmos, desgarros, afecciones de la matriz y los sofocos causados por ella, y 3 dracmas con 2 cótilas de vino contra las mordeduras de animales venenosos. Aplicada como emplasto, la hierba beneficia a los mordidos por animales venenosos, y una dracma bebida con vino va bien contra los venenos mortales; si alguien la bebe previamente, ningún daño habrá de sufrir aunque tome algún veneno mortal.
Es, asimismo, diurética y purgativa del vientre. Cura a los epilépticos y a los locos si se bebe con agua, y el peso de 1 dracma disuelta en vinagre o miel cura a los que padecen afecciones del hígado o del bazo. Ayuda también a hacer la digestión si se bebe después de la comida en la cantidad de una haba disuelta en miel cocida. Asimismo se administra a quienes padecen acidez de estómago, y a los que sufren del estómago se les da a mascar o a beber [su jugo], y que después de tomarla echen un trago de vino rebajado.
Se administra también a los que escupen sangre el peso de tres óbolos disueltos en 1 ciato de vino mezclado con leche, y, disueltos en agua, se les da a los afectados de ciática, del riñón o dolores de vejiga; a los hidrópicos, cuando tienen fiebre, se les administra el peso de 2 dracmas con hidromiel, y, si no tienen fiebre, con vino mezclado con miel. El peso de una dracma bebida con vino restablece a los afectados de ictericia y provoca la menstruación. Y 4 dracmas bebidas con 10 ciatos de hidromiel purgan el vientre. Es eficaz también, bebida con miel, para los que sufren consunción y para los que supuran. Hay que almacenar las hojas, cuando están secas y majadas, en una vasija de barro. (De mat. med. IV, 2-4).

La Cantábrica

El mismo Plinio habla de la hierba Cantábrica, descubierta según él por este pueblo durante la época de la conquista de Augusto.

In Eadem Hispania inventa est Cantabrica per D. Augusti tempora a Cantabris reperta

En Historia literaria de España desde su primera población hasta nuestros días, del p. Rafael Mohedano (1770) se menciona que:

Según el Anotador de Plinio corresponde a la Escorzonera, y según Morales algunos piensan que es la que se llama Centaurea.

Así trataban la enfermedad los celtas de Iberia
Scorzonera. Wiki

El Tejo y otros venenos

Entre los pueblos celtas de la península el tejo era un árbol sagrado y por tanto sus propiedades muy bien conocidas. Son muchas las referencias entre todos los pueblos celtas de Europa del uso de su madera en objetos de culto, así como de sus bayas y semillas para elaborar venenos tanto para envenenar las puntas de flecha destinadas al enemigo como para consumirlos en caso de asedio como último recurso.

Silio Itálico decía que los cántabros extraían de dicho árbol el veneno con el que se suicidaban cuando la edad los hacía inutiles para la guerra, y Plinio lo cuenta entre los venenos propios de los hispanos.

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«El cántabro, invencible ante el frío, el calor y el hambre, se lleva antes que nadie la palma en toda clase de trabajos. ¡Admirable amor a su pueblo! Cuando la inútil edad senil comienza a encanecerle, pone fin a sus años, ya no aptos para la guerra, envenenándose con el tejo. Para él es imposible vivir sin la guerra, pues toda la razón de su vida la pone en sus armas, considerando un castigo vivir para la paz.»
Silio Itálico (III, 326-331

Así trataban la enfermedad los celtas de Iberia
Texu

Dion Casio contaba de ellos. «De los cántabros no se cogieron muchos prisioneros; pues cuando desesperaron de su libertad no quisieron soportar más la vida, sino que incendiaron antes sus murallas, unos se degollaron, otros quisieron perecer en las mismas llamas, otros ingirieron un veneno de común acuerdo, de modo que la mayor y más belicosa parte de ellos pereció.»

La Cicuta(?)

No tengo dudas de si conocían esta planta, sino de que fuera a la que se refiere. Hablamos de la planta conocida como conium maculatum.

Estrabón hablando de los pueblos del norte dice: «costumbre ibérica es también la de llevar un veneno obtenido de cierta planta parecida al apio y que mata sind olor, con la que tienen un remedio siempre pronto contra los acontecimientos imprevistos».

¿Y quién impartía la medicina?

Entender que porque no tenemos referencias directas a médicos o curanderos entre los pueblos prerromanos debemos pensar que no los tenían, es caer en el mismo error en el que cayeron los que consideran a los galaicos ateos porque Estrabón decía que no tenían dioses.

Si bien las referencias a médicos, en el sentido que denominamos actualmente a los profesionales de la medicina, solo aparecen en Hispania en el ámbito romano, (hay documentadas lápidas funerarias de al menos 26 hombres y mujeres que ejercieron la medicina), lo cierto es que podemos inferir que entre los pueblos indígenas del norte existía un conocimiento médico basado en procedimientos más o menos científicos y sobre todo en el uso de la botánica, como os comentaba más arriba.

Es más que probable que la medicina de cabecera fuera tarea de la familia, algo lógico en una sociedad en constante contacto con la naturaleza. En las casas de mediados del siglo XX las abuelas conocían innumerables plantas para las necesidades cotidianas.

Seguramente los casos más extremos si que se dejaran a una clase especial o bien de sanadores, o bien de sacerdotes. Creo que si pensamos en la sociedad agraria del noroeste de hace 100 años estaríamos viendo un retrato parecido de una sociedad de subsistencia de la Edad del Hierro porque, a pesar de las diferencias, las similitudes son más que notables. En la sociedad rural del antiguo régimen se acude al sanador cuando la medicina doméstica no puede resolver el problema, además de que ese problema probablemente no tenga cura por medio de la botánica, sobre todo cuando entramos en el ámbito de las creencias mágico-religiosas.

Ahí es donde entramos en el ámbito del ritual y de la creencia, pero esa es más difícil de demostrar. Por ejemplo entre los Celtíberos sabemos que los enfermos graves accedían al templo de Endovélico y el dios les sugería en sueños como curarse. En ese ámbito es donde tenemos la referencia a una costumbre entre los montañeses del norte por parte de Estrabón.

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La costumbre de sacar a los enfermos a los caminos

Nos referimos al conocido párrafo de Estrabón, en su Geografía:

A los enfermos, como los egipcios de la antigüedad, los exhiben en los caminos a fin de que les ofrezcan su consejo quienes ya han padecido la dolencia

Se refiere a estas costumbre recogida en Heródoto hablando de los Asirios (no de los egipcios) que os cito a continuación:

Después de ésta, la costumbre más acertada que rige entre ellos es esta otra. Sacan a los enfermos a la plaza (pues resulta que no tienen médicos). Así, los transeúntes –si alguno de ellos ha sufrido en su persona un mal semejante al que padece el enfermo o si ha visto afectado de él a otra persona– se acercan al enfermo y le dan consejos sobre su  enfermedad; se acercan a él y le aconsejan y recomiendan todo cuanto ellos, personalmente, hicieron para recuperarse de una enfermedad semejante o vieron 
hacer a otro para recuperarse. Y no les está permitido pasar junto a un enfermo en silencio, sin preguntarle, antes, qué mal le aqueja. 

Me quería detener en un punto de este párrafo, justo el que va entre paréntesis. Dice el geógrafo que los asirios no tenían médicos, lo que resulta falso, ya que la arqueología y la epigrafía nos han dejado constancia de un conocimiento médico avanzado en su sociedad. Lo vemos por ejemplo en el Código de Hammurabi

Algunos autores han interpretado este rito como una manera de evitar la propagación de enfermedades dentro del poblado, sin embargo tengo la sensación de que estamos ante un ritual, ya que entre los asirios la funcionalidad del mismo no iba en esa línea, y el geógrafo griego conocía bien el ritual como para usarlo sólo como una leve comparación. Para entendernos, no creo que si quisiera acentuar la barbarie de los pueblos del norte tuviera el menor problema en decir que arrojaban a los enfermos a los caminos para que murieran de inanición, por entendernos.

Conclusión

La ausencia de una tradición literaria sobre la medicina de los pueblos de la península ibérica antes de la llegada de los romanos puede ser suplida en una pequeña parte con las escasas fuentes que nos han llegado y que analizamos en este post (breve por necesidad)

Me dejo en el tintero los hallazgos arqueológicos en castros y necrópolis de utillaje que pudiera haber sido usado en medicina, o de los supuestos casos de trepanaciones de cráneos entre los celtíberos con síntomas de haber sobrevivido a la operación (necesidad de tener buenos antisepticos por lo menos).

No me queda espacio para más, ya que sin quererlo he llegado casi a 2000 caracteres. Prometo seguir investigando.

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