Recientemente ha salido publicado en la Revista de Historia Militar que edita el Ministerio de Defensa, un número especial sobre la arqueología militar romana en la península ibérica. Son varios los autores que contribuyen a este número que está disponible para descarga. Quiero destacar en este post el que firma la arqueóloga Esperanza Martín1 sobre las guerras de conquista de cántabros y astures.
Desde los años noventa, la investigación en este campo ha crecido exponencialmente, impulsando un avance cualitativo de gran relevancia, sobre todo en el norte y noroeste de la península, donde la presencia del ejército romano fue más prolongada. Gracias a estos estudios, ha sido posible reconstruir episodios completos, como las Guerras Cántabras, que hasta hace poco apenas contaban con evidencia arqueológica. Además, en las últimas dos décadas, el interés por este ámbito se ha extendido al periodo tardo-republicano, abarcando regiones como el noreste, la costa levantina, el sureste peninsular y el actual Portugal.
El análisis de la autora comienza con un estado de la cuestión previo a la conquista que me ha parecido especialmente acertado. Cántabros y Astures se encontraban en una fase expansiva previa motivada por varias causas, que algunos autores definen como celtiberización progresiva y otros, atendiendo a un aspecto material, relacionan con la expansión del uso del hierro. Ambas causas que, en definitiva son las mismas, tienen como consecuencia un desarrollo de la agricultura a una nueva escala respecto a los siglos precedentes y sobre todo a una serie de transformaciones sociales y culturales que se frenan con la llegada de Roma al territorio.
El artículo se centra, como es lógico, en cómo se produce esa llegada. Las causas de la guerra pueden resumirse en estrátegicas, por la necesidad de pacificar toda la Península, políticas y económicas, por la existencia de materias primas como oro y otros metales que demanda el Imperio, y también propagandísticas, ya que la fama de cántabros y astures supone un desafío al prestigio militar del Estado.
La autora divide las fases de la conquista en tres: la primera es la toma de los territorios al sur de la cordillera, a la que sigue una fase de conquista del norte. Es allí, en la franja costera, donde tienen lugar una serie de revueltas posteriores que constituyen una tercera fase de la guerra para sofocarlas. Sólo de la primera es de la que tenemos un reflejo más claro en las fuentes.
De lo enunciado en el artículo me llama especialmente la atención la diversidad de soluciones campamentales en el norte peninsular, en un momento en el que parece darse una adaptación a las distintas situaciones a las que ha de enfrentarse el ejército en un territorio especialmente complicado por la orografía. En muchos de estos asentamientos, donde no se siguen normas estrictas de construcción, es común encontrar variaciones o incluso la ausencia de ciertos elementos defensivos. No todos los campamentos tenían fortificaciones estandarizadas: algunos carecían de fosos, mientras que otros presentaban estructuras poco habituales, como los bracchia o salientes en espigón diseñados para la construcción de puertas en clavícula. Si a esto añadimos el interesante concepto de lugares militarizados pero no militares, donde hay presencia de armamento pero no constituyen algo como un campamento romano, la cosa se complica aún más.
No sabemos con certeza cuánto tiempo se mantuvieron en uso estos espacios, pero hay indicios claros de que muchos enclaves estratégicos fueron reutilizados a lo largo del tiempo. Esto llevó a la superposición de sistemas defensivos y a la creación de estructuras acumulativas, como se ha documentado en yacimientos como La Poza, Rosinos de Vidriales, La Carisa o Encinedo. Además, en varias excavaciones se ha constatado que algunos de estos sistemas de fortificación fueron destruidos de manera intencionada. Esto es especialmente notable en aquellos recintos con terraplenes reforzados con una coraza de piedra, lo que sugiere estrategias concretas de desmantelamiento de las defensas en ciertos momentos de la historia. Incluso, algunos de estos lugares identificados como temporales, tras ser excavados se ha comprobado su uso hasta momentos tardíos de época imperial.
Es significativa la ausencia de excavaciones en estos recintos, cuyo número ha aumentado exponencialmente en las últimas décadas, superando definitivamente postulados anteriores. El problema es, como en el resto de yacimientos de este periodo, que no hay un plan sistemático de estudio que nos ofrezca una cronología clara de los mismos, así como las características intrínsecas de muchos de ellos, siendo campamentos temporales levantados con materiales perecederos que no se conservan en el registro arqueológico.
«Sigue resultando necesaria una publicación sistemática de las estructuras constructivas y materiales de estos enclaves militares,
que incluya así mismo todas las realidades cronoestratigráficas documentadas en los trabajos…Resta por nuestra parte complementar todos estos estudios a fin de lograr alcanzar un panorama arqueológico completo, antes de que la desidia y el olvido vuelvan a opacar este teatro de operaciones bélicas inigualable»
En definitiva, un artículo que hace un repaso detallado de la cuestión y que está bien como punto de partida para otros textos de más detalle, incluso de la misma publicación como el trabajo de Ángel Morillo Cerdán sobre los campamento militares en Hispania, que es de lo más detallado que he visto recientemente sobre este tema. Creo que os va a gustar.
- Martín Hernández, E. (2024) Guerras Astur-Cántabras. Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2024, pp. 285-348. ISSN: 0482-5748 ↩︎
