Una de las cosas menos llamativas y sin embargo, más cargadas de historia de las que puedes ver en el Foro de Roma es el templo erigido en honor a Julio César por Augusto. Es mucho decir en un lugar donde cada piedra tiene dos mil años de historia que contarte.
Lo cierto es que son muchos los motivos por los que hay que ir a ver este lugar, incluso a día de hoy la gente sigue dejando flores y presentes sobre el altar que se erigió en el sitio donde se hizo la pira funeraria en la que ardieron los restos del dictador romano.
Hace unos años se colocó una placa en el lugar donde hice esta fotografía en la que se recoge una cita de Apiano que dice:
«Colocaron los restos de César en el Foro, en la antigua Regia de los Romanos. Acumularon a su alrededor mesas, sillas y todo lo que de madera había por allí. Encendieron el fuego y todo el pueblo permaneció junto a él rezando durante la noche. En aquel lugar donde se erigió primeramente un altar ahora se alza el Templo de César, en el que es venerado como un dios.»
Julio César fue el primer dirigente romano al que se elevó a la categoría de divinidad tras su asesinato en los idus de marzo (día 15) del 44 a.C. El templo lo mandó construir Octavio (Augusto) en el 42 a.C. nombrado su hijo adoptivo tras la lectura del testamento. La hábil maniobra propagandística se vio favorecida por un hecho extraordinario. Durante la celebración de los juegos que había organizado en honor de antecesor se produjo la aparición de un cometa que se mantuvo visible durante una semana, por lo que el templo se dedicó al fenómeno celeste que pasó a ser un símbolo de la divinidad de César, pero en secreto interpretado como un presagio del futuro poder del primer emperador de Roma.

El lugar donde se construyó el templo también tenía un significado político. Se utilizó el Foro, que era el lugar más importante de la ciudad. Además se hizo a imagen del templo de Venus, la antepasada de la dinastía Julia. Si a eso unimos que la residencia de César como Pontífice Máximo, la Regia, se situaba en las inmediaciones, el simbolismo era mayor aún. Era la constatación de la conquista de la vida pública de Roma por este linaje que transformaría la República en un Imperio.
El templo prácticamente ha desaparecido y lo que se conserva es fruto de las excavaciones iniciadas en el siglo XIX. Sin embargo se mantiene la hornacina (exedra) que se situaba en su parte frontal donde anteriormente se había dispuesto una columna con una inscripción que reconocía a César como Pater Patriae (padre de la patria), sin embargo posteriormente se sustituyó por un altar circular en el 34 a.C. cuyos restos (el núcleo del altar, hecho de cemento) son los que, supuestamente, se conservan hoy y a donde la gente sigue yendo a rendir homenaje a Julio César depositando pequeños presentes. Es en este lugar donde se interrumpió la parte frontal del basamento sobre el que se edificó el templo para respetar el lugar donde se hizo su pira funeraria.
Allí se ubicaron los rostra (espolones de los barcos) de la batalla de Actium (septiembre del 31 a.C.), donde Octavio, cuyas tropas eran dirigidas por Agrippa, derrota definitivamente a Marco Antonio.
El templo fue consagrado definitivamente en agosto del 29 a.C., por Octavio. Entonces todavía no había recibido el cognomen de Augusto. Ese mismo año, libre ya tras la aniquilación del segundo triunvirato, tomó la decisión de iniciar las hostilidades contra cántabros y astures, los últimos pueblos que mostraban resistencia a Roma en Hispania y completar la conquista de la provincia iniciada doscientos años antes.
En este lugar leyó Tiberio la laudatio del propio Augusto tras su muerte en el 19 d.C. Como veis es un lugar al que no podía dejar de ir.