Mitología asturiana: El nuberu

Compartir

Actualizado: 3 junio, 2025

Estamos ante uno de los personajes que conservó mayor vigor en la mitología asturiana y que también aparece en la gallega, leonesa o la cántabra. Resulta lógico si lo ponemos en el contexto de una sociedad agraria tradicional para la que el granizo, las lluvias torrenciales o la tormenta podría significar la pérdida de las cosechas. Más allá del simplismo, ya superado, de identificar al personaje mitológico con un fenómeno meteorológico o un elemento del paisaje, lo cierto es que en las características de este mito se adivina una referencia a una divinidad celeste mucho más compleja. Vamos a verlas

Tras la pista del Nuberu. Características del personaje

Quizá la concepción más habitual de un «nuberu» o «ñuberu» sea la de la simple tormenta. Así parece deducirse del empleo del término en el libro «Colección de poesías en dialecto asturiano» publicadas en Oviedo en 1823 por D. Antonio González Reguera1. Se trata de un libro de poesía costumbrista en la que en la titulada «El misterio de la Trinidad» leemos:

«Si fai quicías falta el agua
Los tres manden un ñuberu
y les tierres moyecíes
dan frutu que canta el credu….»

Estos cuatro versos hablan del poder del Padre, Hijo y Espíritu Santo, a la hora de hacer este mundo fértil. El autor, emplea el término «ñuberu» como equivalente a tormenta. Indirectamente le otorga una cualidad que luego encontramos en el mito, que es la capacidad de dirigir la descarga a voluntad. El dato fundamental es que el autor, de los primeros en lengua asturiana en época contemporánea, solía entremezclar temas de la mitología asturiana en sus poemas.

Un poco más tarde, en 1880 encontramos la siguiente entrada en Revista de Asturias2:

«Nuberu – Casta de hombrecillos imaginarios a quienes se supone conductores de los nublados y autores de las tronadas.»

Pocos años después, Rogelio Jove y Bravo, en el tomo segundo de la «Asturias…» de Bellmunt y Canella3 nos deja una descripción detallada del personaje:

«…el Nuberu, el espíritu de la tempestad. Mora en las cumbres más elevadas de nuestras montañas y en los más agudos picachos se sienta a esperar el paso de las nubes.

Es un hombrecillo pequeño, anciano, de tez casi negra y surcada con profundas arrugas; su boca rasgada parece dividir en dos la cara, y sus ojos son como brasas rojas en el fondo de dos agujeros oscuros; sus orejas son enormes. Se viste con pieles de carnero y usa un zurrón como los que llevan los pastores.

Cuando necesita trasladarse de un punto a otro, cabalga en una nube. Él las empuja o las detiene, él las hace chocar unas con otras para que estalle el trueno y el rayo las desgarre, él las precipita sobre el valle o las empuja por los flancos del monte o las hace rodar sobre las olas. Alumbrado por la luz del relámpago que convierte en lluvia de brillantes el espeso granizo, se ve muchas veces al Nuberu, durante la tormenta, sentado en el peñasco más eminente, con el ceño fruncido, sombrío y meditabundo como si creyera escuchar una melodía lúgubre en el fragor de los elementos.

Llevando la lluvia a los campos áridos, colma al labrador de beneficios; pero si el campesino que le encuentra no le conoce y le mira con desdén, o lo confunde con un mendigo, o no le saluda cortesmente, o no le agradece la buena cosecha, ya puede contar la primera por perdida; se salvarán del granizo las fincas de los demás, pero no las suyas. El Nuberu le vigilará, y cuando lo vea lejos de todo albergue y abrigo le echará encima el primer chaparrón que encuentre a mano para calarle los huesos. Si por casualidad le hacéis un favor o tenéis con él una deferencia, él cuidará vuestros campos, y vuestros frutos, y vuestro hogar, y si el fuego lo incendiase, lo apagará con el agua de las nubes o llamará a sus amigas las Lavanderas para que lo apaguen».

Hay un evidente matiz literario en esta descripción, pero en esencia recoge las características que otros folkloristas descubrieron de este personaje: un hombre de pequeño tamaño, tez muy morena y arrugada, boca y orejas desproporcionadas, ojos como brasas… vestido con pieles de oveja y portando un zurrón.

Cuentos del Nuberu recogidos por Rogelio Jove y Bravo

En cierta manera el nuberu es una persona, con su familia y también con sus modales y sentimientos. En los cuentos que hemos visto, es un personaje que se molesta si no le saludan, o no le muestran respeto. También es agradecido con aquellos que se muestran solidarios con los viajeros y caminantes.

En «Mitos y supersticiones de Asturias», Rogelio Jove y Bravo nos deja un par de relatos que probablemente fueron la fuente sobre la que escribió su anterior descripción:

«¡Cuántas veces me han contado las atrocidades del Nuberu!
Porque el Nuberu es atroz. Vosotros no le conocéis; pero yo? Como si le hubiera visto.
Si parece que estoy oyendo á Pachu! Decía él: —El nuberu ye un hombrín pequeñucu, vieyu y arrugau como una mayuca, negru como la péz, mas feu que’l miósobrin Pepe, que ye cuanto hay que decir; tien les piernes torcies como cádaves y delgaes como garabinos. De la cara non vos digo nada; la boca llégai de oreya á oreya y vénse los dientes que son como paletes y negros com’un tormentu; los güeyos brillen como dos fogueruques y maldito si vi en mi vida unes oreyes mas grandes, que paecen fueyes de figal, en fin, que mete mieo, señoritu. Yo, ver, vilu una vez, pero desde entonces non volví á pasar pó’l monte de la Carbayera.»

O esta otra en los alrededores de Uviéu / Oviedo:

Te puede interesar   Quién fue Aurelio de Llano y Roza de Ampudia

«Lin de Ferreros venía de Oviedo al anochecer y encontró al Nuberu junto al pinar que se vé allí sobre la cumbre vecina.
Y Lin aseguró haberle visto la cara fosca y endemoniada.
Lin pasó muy cerca de él y le saludó con mucha atención y mucho miedo; por eso la casería de Lin de Ferreros es la que menos padeció con la tormenta. Porque el Nuberu le agradeció el saludo.»

Y es que se trata de un genio, como lo clasificó Menéndez Pidal a finales del XIX, un espíritu que cabalga las tormentas, pero que es capaz de caminar entre las personas, que se lo cruzan en los caminos. Es necesario mostrarle respeto, igual que a ese grupo de seres mitológicos que se encarnan en forma de mujeres feas o viejas, y que se acercan a los viajeros en busca de limosna o ayuda. Apelan a la buena voluntad y a la solidaridad extra grupal que si no es mostrada conlleva castigo, o pérdida de oportunidad de enriquecerse, que en el contexto mitológico equivale a lo mismo, de alguna manera.

El Nuberu según Aurelio de Llano

Aurelio de Llano4 realizó una de las investigaciones más detalladas sobre los mitos asturianos y, por supuesto, habló del Nuberu. Gracias a él sabemos que tiene distintos nombres: Xuan cabritu es una de las más habituales.

En algunos de los cuentos recogidos en Asturias, al Nuberu se le hace proceder de Egipto. Ya en su momento Constantino Cabal alertaba del error de orientalizar los mitos del occidente europeo, una tendencia de finales del XIX. Aurelio de Llano recoge «Egito» que puede ser una corrupción del nombre del país, o puede que no tenga nada que ver con él. Como veremos más adelante, a los tempestarios se les asocia con un extraño país en las nubes donde llevan lo que consiguen con las tormentas. Veamos el cuento.

«Cuentan que una vez, mientras el Nuberu contemplaba desde la eminencia de una roca la hermosura de las tierras que acababa de regar con beneficiosa lluvia, se le escaparon las nubes y tuvo que quedarse en tierra hasta la mañana siguiente.
Se dirigió a casa de un labrador rico y le pidió posada por una noche; el labrador le contestó que no admitía mendigos en su casa.
Después fue a la de un labrador de humilde posición y éste le acogió cariñosamente; claro es que ninguno de los dos labradores sabía que aquel hombre era nada menos que el rector de las tormentas. Este se levantó muy de mañana y después de dar las gracias a su huésped, le dijo:

-Si vas a tierra de Egito, pregunta por Juan Cabrito.
Y el Nuberu se dirigió al pico más alto de una montaña, se subió a una nube y, al pasar sobre las propiedades del labrador que le había llamado mendigo, hizo que una tormenta las arrasara por completo.
Sucedió que el labrador pobre, mozo valeroso y dispuesto a meterse en empresas, viajó por el mundo y acabó llegando a Egipto. Allí averiguó dónde vivía Juan Cabrito y se dirigió hacia allí. Llegó a una montaña cortada verticalmente, de la que salió un criado que le dijo al labrador:
—¿Cómo tenéis valor para acercaros a esta casa? Mi amo ha ido a tronar y no regresa hasta mañana; además, no recibe a nadie; ¡Marchad!
—Decid a vuestro amo y señor que está aquí un asturiano que desea saludarle.

Inmediatamente fué introducido en la casa y el Nuberu le trató con atención y cariño; después le dijo:
—Vengo de romper unos truenos sobre tu pueblo; he regado tus tierras con mucho cuidado; tus cosechas son más abundantes cada año y tu familia está buena. Ahora tengo que darte una mala noticia: tu mujer, creyéndote muerto, se casa dentro de unos días, pero no te apures, mañana llegarás a tu morada y tu esposa recibirá mucha alegría. A mí no me volverás a ver porque marcho esta noche a tronar; levántate antes de amanecer y monta en un macho cabrío que estará esperándote a la puerta de esta casa: él te conducirá a tu pueblo por el aire; no tengas miedo, nada malo te ocurrirá.
Y tal como le dijo el Nuberu así sucedió; el labrador llegó a su casa en un abrir y cerrar de ojos, y su mujer le recibió amorosamente entre sus brazos.»

En términos similares, pero con algún detalle más, recoge esta otra leyenda:

Te puede interesar   Tres fotografías de San Xuan

«Una tarde que hubo mucha truena, cayó el Nuberu en términos de Taja, concejo de Teverga, y durmió en casa de un mozo labrador. Y al despedirse de él le dijo:
—Si un día vas a Egito pregunta por Juan Cabrito.
Sucedió que el labrador tuvo que ir al servicio del rey, dejando a su mujer sola al cuidado de la casería. En una batalla, el mozo cayó prisionero de los moros y lo llevaron muy lejos ¡probín! le traían arando desnudo y descalzo. Un día logró escaparse. Subió a una montaña muy alta y fue a parar a un pueblo donde habita la niebla, y allí pidió posada a una mujer que estaba a la puerta de su casa.
—No puedo darte posada porque no está aquí mi marido. Y si te la doy, cuando venga te matará.
—Escóndame por ahí, aunque sea debajo de una cama, pues si no hay quien me dé posada tengo que dormir entre la niebla.
La mujer, compadecida del labrador le admitió en su casa. A eso de las doce de la noche llegó el marido y en cuanto entró preguntó a su mujer:

—¿Quién está aquí? A cristianizu me huele.
—Es un pobre que me pidió posada y se la dí; no le hagas daño.
—Dile que se presente a mí.
Cuando el labrador se encontró frente al dueño de la casa, éste le preguntó:
—¿Cómo viniste aquí?
—Me escapé de con los moros.
—¿De dónde eres?
—De Asturias, de la parroquia de Taja.
—siéntate al pie del fuego y no tengas miedo; aquí nadie se meterá contigo.
—Y aquel hombre, que era el Nuberu, entregó a su mujer una sarta de lagartos y culebras para que las preparara para la cena. Después que cenaron, le dijo el Nuberu al labrador:
—Si eres de Taja, recordarás que una noche durmió en aquel pueblo un hombre muy alto, así como yo…
—Si, señor; durmió en mi casa y al marchar díjome que si algún día iba a Egipto…
—¡Cierto! Que preguntaras por Juan Cabrito. Pues bien, ahora estás en Egipto y Juan Cabrito soy yo. Bien te conozco; no se me olvidó el favor que me has hecho cuando me recogiste en tu casa. Ahora te voy a dar una noticia que te interesa: tu mujer, creyendo que has muerto, se casa mañana con el vecino más rico del pueblo y, para evitar el casamiento, voy a proponerte una cosa:
Hay en Taja un cura cojo, que, en cuanto yo aparezco sobre el pueblo y rompo el primer trueno comienza a tocar la campana y a esconxurarme y no soy capaz de tumbar allí ningún pedral. Y tengo interés en apedrear el término de Taja para fastidiar al cura. Si me facilitas un terreno libre, para descargar en él una buena nube, te llevo a tu pueblo antes de que se case tu mujer.
—Mi padre tiene una roza en el monte y puede usted descargar sobre ella todas las nubes que quiera.
Juan Cabrito cogió al labrador y lo llevó por el aire, envuelto en la niebla, y lo dejó al pie de la iglesia de Taja, donde estaba su mujer con el novio esperando que llegara el cura para casarlos.

El labrador estaba muy desfigurado. Se presentó a su mujer y no le conoció. Entonces él, enseñó una marca que tenía en el pecho y le preguntó:
—¿Me conoces ahora?
—¡Si! Tú eres mi marido. Y se suspendió la boda.»

Nuberos, «gurmantes» y cuélebres. La protección contra el Nuberu

En en el centro-oriente de Asturias se recoge la figura de los gurmantes, o los grumantes, que son unos enigmáticos personajes, vestidos de negro y que se enfrentaban a la tempestad con conjuros recogidos en libros. Ramón Sordo Sotres o Alberto Álvarez Peña, recogieron narraciones que hablaban de estos personajes cuya habilidad era meterse en simas para cazar cuélebres. Sordo Sotres, que los llama nuberos en Peñamellera Baja, dice que lo hacían para extraer sangre de estas serpientes aladas de la mitología. En Piloña son los gurmantes, que recoge Álvarez Peña5, y son capaces de provocar granizadas para cazar al cuélebre.

El Nuberu según Alberto Álvarez Peña.
El Nuberu según Alberto Álvarez Peña.

Recuerdan a los tempestarios que aparecen en la obra de Agobardo de Lyon.

«hemos visto y oído a muchos abrumados por tanta demencia, alienados por tanta estupidez, que creen y dicen que existe una determinada región, que llaman Magonia, de la que vienen naves sobre las nubes; los frutos que caen por el granizo y que se pierden por las tempestades son llevados en ellas a esta misma región; evidentemente, los navegantes aéreos dan regalos a los tempestarios y reciben a cambio los granos y el resto de frutos»

Frente a ellos estaban los «protectores» que eran los encargados de detener a estos tempestarios a cambio de un pago.

Pizarra de Carrio. Conjuro contra la tormenta
Pizarra de Carrio. Conjuro contra la tormenta

En la pizarra de Carrio, descubierta en 1926 en Villayón, Asturias, se recoge una inscripción con un conjuro contra las tormentas. Fue escrito en letra visigótica. Su datación es objeto de debate aunque se la considera del siglo VIII6. El conjuro dice:

«Conjuro a vosotros, todos los patriarcas Miguel, Gabriel, Ceciteil, Oriel, Rafael, Ananiel, Marmoniel, que tenéis las nubes cogidas con vuestras manos: estén exentas de la villa con nombre de Ciuscau, donde habita su fámulo Auriolo con mi cementerio, con los frades y vecinos suyos, y de todas las posesiones del mismo; sean expulsados de la vila y de sus habitaciones; por montes vayan y vuelvan, donde ni el gallo canta ni la gallina cacarea, donde ni el arador ni el sembrado obtuvo semilla ni nada es de nombrar».

La larga pervivencia de este conjuro, que aún fue recogido oralmente a principios del siglo XXI, nos hablan de la larguísima pervivencia de esta creencia7. En los relatos recogidos en la mitología asturiana se encuentra también la fórmula para evitar el mal que pueda producir. Por ejemplo hay remedios sencillos como colocar la pala del horno dejada en el medio del camino.

Pero algo tan significativo como el peligro de perder una cosecha tuvo que pasar por el filtro de la iglesia, y el protagonismo frente al nuberu lo tomaron los curas rurales que hacían sonar la campana para espantar al nuberu. Es curioso como en uno de los cuentos que aparecen en el apartado anterior, el Nuberu le dice a su mujer que apesta a «cristianizu», lo que le sitúa fuera de la esfera de lo divino para entrar en la categoría de lo pagano y lo malvado.

Te puede interesar   El fin de la cultura tradicional en Asturias

¿Un paralelismo con divinidades antiguas?

Es evidente que las hay. Por ejemplo Wotan / Odín es un personaje al que se describe dominando las tormentas sobre las que cabalga en un trineo de lobos. En su vestimenta también hay paralelismos, como el sombrero de ala ancha y la capa oscura con la que se le ve cuando camina entre los hombres. Su mirada es también destacada, siendo Odín tuerto, y el nuberu representado con ojos como de fuego.

Las divinidades masculinas relacionadas con el cielo, como Taranis, Júpiter, Odín, Zeus, etc… son representados con el rayo como elemento que les otorga poder. Además la relación entre el nuberu y las cosechas es otra de las características de estas divinidades, que no suplantan la fertilidad de la Diosa, pero que pueden destruir su trabajo. En esa dialéctica encontramos una dimensión del personaje.

En definitiva, el Nuberu desde esta perspectiva parece un eco lejano de un dios celeste que tuvo arraigo en el noroeste y norte de la Península como para sobrevivir en la tradición oral durante 15 o veinte siglos. La similitud con mitos germanos nos retrotrae como poco a la tardoantigüedad. También sabemos que en la Edad Media los personajes encargados de controlar las tormentas aún provocaban interés entre los padres de la Iglesia, por el papel que tenían en una sociedad para la que la cosecha lo era todo.

Para terminar, comentar que a veces, las cosas se le complican a él solo, como contaba una señora a Manuel Suárez García8:

«Decía mi güela que ella que no, pero que lo había oído de más atrás, que en un sitio que llaman El Rocéu –que era donde cortaban rozo pa arroxar (poner al rojo) el forno de la tejera– y que ún que taba curiando (pastoreando el ganado) vio un hombre así negru, y dando zancadas queriendo alcanzar una nube, porque la nube que venía a beber a aquel regueru; pero descuidóse el Nubiru y que non la pudo alcanzar, y que después que marchó corriendo y que echaba fuego po’la planta de los pies. Y era de día.

Del Nubiru nunca oí más que eso»

Bibliografía

  1. González Reguera, A. (1839) Colección de poesías en dialecto asturiano. Oviedo. Imprenta de Benito González y Compañía. ↩︎
  2. Aramburu. F. de (1880) Revista de Asturias : ilustrada científico-literaria: Tomo SEGUNDO Año IV Número 2. Oviedo ↩︎
  3. Bellmunt y Traver, O., Canella y Secades, F. (1897). Asturias: su historia y monumentos, bellezas y recuerdos, costumbres y tradiciones, el bable, asturianos ilustres, agricultura é industria, estadística. España: O. Bellmunt. ↩︎
  4. de Ampudia, A. D. L. R. (1922). Del folklore asturiano: mitos, supersticiones, costumbres. Talleres de Voluntad. ↩︎
  5. Álvarez Peña, A. (2002). El Nuberu. VTP Editorial. ↩︎
  6. Viejo Fernández, X. (coord.) (2018). Voces. La llingua n´Asturies a traviés de los sieglos. Uviéu : Gobiernu del Principáu d’Asturies, Conseyería d’Educación y Cultura ↩︎
  7. Cristobo de Milio Carrín trata la larga duración de este tema en Milio Carrin, C. de (2024) Las grandes hadas. La religión mestiza de los campesinos europeos. Krk ediciones. Oviedo ↩︎
  8. Suárez Lopez, X et alii ( 2012) “Yo tengo mucha historia” Memorias orales del siglo XX. Museu del Pueblu d’Asturies ↩︎

Fon S.P.
Fon S.P.https://astures.es/proyecto/
Me apasiona la historia de Asturias y los astures en todas sus facetas. Pateando museos y yacimientos. Excavando cuando puedo y divulgando como mejor sé.

Hablamos de

Ver todos los posts